Diario de León

Gente de aquí | Todos los caminos llevan a los puertos

El rito de ir a Babia a perpetuar el mundo

Los rebaños culminan estos días el ciclo inagotable de la trashumancia y el regreso a los puertos desde la ribera

Dos mastines abren la escolta al rebaño de Manuel Morán por Camposagrado, camino a Torrestío.

Dos mastines abren la escolta al rebaño de Manuel Morán por Camposagrado, camino a Torrestío.

Publicado por
L. urdiales | redacción
León

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Este es el ritual que ha dado molde a León, a través de caminos arañados durante siglos por rebaños que zumban como enjambres que enfilan el panal. Avanzan uniformes, envueltos en un concierto de tañidos y repiques de cencerros, el amurar de los mansos, escoltados por un ejército de mastines aguerridos, vigilados por una jauría de careas, entregados al paso del pastor. Si el pastor se para, parará el rebaño. Se completa estos días el ciclo que mueve la subsistencia de un sistema pastoril tan viejo como el viento. Y, como el viento, sigue soplando. Por el empeño de gentes dispuestas a dejar intacto el mundo que heredaron, el mismo decorado, los mismos recursos, las mismas posibilidades. Gentes como Manuel Morán, que pone la mano a sesenta centímetros del suelo para marcar la altura que alcanzaba cuando, de chico, supo que heredaría la tierra de sus antepasados. Con fidelidad, con el mismo rigor con el que desde hace tres días conduce a mil trescientas cabezas de ganado al lugar declarado paraíso natural para que la especie ovina se perpetúe y, sobre sus lomos, a la par, la costumbre que porta el secreto de un ecosistema. De la ribera a la montaña, de la trashumancia, que no ha sido capaz de quemar la legislación, a la trasterminancia, ese movimiento pecuario a escala que permite a decenas de explotaciones leonesas subsistir a crisis y modas, todos los caminos llevan a Babia. Como el que sigue el rebaño de Morán desde el miércoles, desde Valcavado al puerto de Torrestío, a razón de treinta kilómetros de pateo por jornada, al paso del pastor, con la arenga de Carlos en la retaguardia, la asistencia logística de Jesús; la cama en el suelo; el cielo por techo. A la luz del sol y las estrellas. Van ataviadas las reses como obliga el manual del trashumante, con la divisa impregnada a modo de tatuaje, según el rol que cumple cada animal en el grupo. Van los mastines ataviados con carlancas. No falta detalle para consagrar el rito de ir a Babia a perpetuar el mundo.

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