Balconing, catacroc

Cuentan las noticias algo terrible. En lo que va de verano, ya han muerto en Baleares cuatro turistas (hay treinta heridos más de diferente gravedad) por hacer balconing , balconear, saltar imbécilmente desde balcones, especialmente de noche, emoción y pedo por los aires, salto a la habitación de abajo de las chicas, salto en escalera para colarse en la piscina o ratear en el bar, salto en escalada por subir a la cumbre de neón mientras la peña lo graba en el móvil para colgar después la hazaña en el dazibao internético (saltó un tipo borracho desde el balcón de su habitación a una fuente rasera de sólo diez centímetros de honda creyendo que era la piscina del hotel y se esguarró el muy gilipollas; mi abuela hubiera dicho le está muy bien empleao ). La moda hace furor. Si son treinta y cuatro los que se escoñaron en sólo dos meses, ¿cuántos harán balconing sin mayor percance y alardeando después ad nauseam de sus pelotas?

El balconero de esos hoteles tiene este perfil: turista joven, mayormente inglés, mamao o empastillao, broncas, chulo, cojonero, tuercebotas, rompehuevos y memo del culo. De vuelta a Inglaterra, pregonará por cada esquina y antro sus cachondas vacaciones en Ibiza o Mallorca, sus mamaduras infinitas, el facilísimo pastilleo de las islas, las tías borrachísimas que pierden las bragas, los canutazos de playa, los pantanos de cerveza, el subidón de Don Simón, el mojito de chiringuito, los truenos de la disco, el rebozarse en sudor y... contagian la fiebre. Así que el balconing crece y crece. Vienen más. Cómo no. En estos tiempos de hastío existencial y ocio picudo, la machada bestia de la muchachada, la estética violenta y el desafío extremo (el de Calleja ni lo parece) son muy celebrados y recreados en músicas, imágenes o arte juvenil; ¿intuyen quizá que son los últimos estertores del viejo imperio del macho-machorro-modorro que ya declina? En esto de ostentar un tarro romo y una bocaza de grada, a los escoceses, en concreto, les gusta ir de emblema insular y mascarón continental.

Sócrates dice: si el desmadre es filón, explótese, de eso van los sanfermines; y si cuatro cafres la diñan, laméntese, pero celebre el imperio británico tener cuatro berridos menos en casa.