Diario de León
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PEDRO TRAPIELLO
León

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No es probable que el colegio cardenalicio, tras la muerte de García-Gasco (cardenal y arzobispo emérito de Valencia que murió en Roma la noche previa a la beatificación de Juan Pablo II), esté temeroso de que se cumpla el viejo mito de que «los cardenales mueren siempre de tres en tres». Alguno, ciertamente, se palpará la camisa... pero no serán ni el cardenal Nguyen Van Thien, vietnamita de 105 años, ni el cardenal Hong Yong-ho, coreano de 104; la profecía popular no va con ellos y disimuladamente se han reído de esta floja maldición cada vez que la fatalidad rifó campanadas a muerto.

De los 198 cardenales vivos hoy, 84 superan los ochenta años, así que la probabilidad de un cólico miserere (o la mismísima Parca) duerme muchas noches en los pasillos y baños de su palacio o residencia. Con este cupo de viejales «en capilla» no es arriesgado, pues, predecir que morirán tres o más de ellos en el plazo de unos meses, así que cualquiera puede meterse a profeta con margen y sin jugarse nada.

Pero para profeta-profeta, Alan García, presidente de Perú. Tras conocer la expeditiva liquidación de Bin Laden ejecutada de pelicula por un John Wayne pintado de betún y un comando pintado de John Wayne, declaró a todos los medios: «la muerte de Bin Laden se trata, sin ninguna duda, del primer milagro de Juan Pablo II, que ha extirpado de esta tierra la encarnación demoníaca del crimen, del mal y del odio ». Aguda revelación la de don Alan. ¿Se lo dijo un ángel tuerto o fisgó él mismo en las oficinas celestiales? ¿Tiene prisa en acumularle milagros a este Papa popular ascendido el otro día a la gloria de Bernini? ¿Es que pretende que vengan también de tres en tres sus prodigios y se urja su canonización con más velocidad que su beatificación, la más rápida en la historia de la Iglesia?...

Alan García, qué animal, se ha pasado en su euforia de sacristanón. Y flaco favor le ha hecho al nuevo beato invistiéndole de apóstol Matamoros, cual Santiago, y obligándole a estrenar su gloria celestial ametrallando sarracenos, ¡que corra la sangre! Es como decir tranquis, yankis, san John Paul II cabalga hoy en carro de combate... y os bendice desde un helicóptero artillero».

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