Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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La Navidad pide su ternura y la pobreza viene al cuento mejor que nada. Dickens lo borda. Frank Capra lo peliculea. Gustavo Doré lo retrata a plumín. Y la abuela lo exagera para demostrar que nuestras quejas son sólo puro vicio en una vida de molicie.

La Navidad pide su melancolía, su lagrimilla de recuerdo o calamidad y nada hay más navideño y literario que la tragedia del pobre. Conmueve su estampa porque a todos nos es cercana, incluso familiar. Además, no apeamos la pobreza de la cabeza, porque en la vida no hacemos otra cosa que huir de ella desesperadamente... y de los pobres como si fueran peste.

La Navidad pide también su disgusto ritual. Se encargó de darlo el ministro Luis de Guindos (¿guindos de los de caerse o subirse?) anunciando re-brotes verde-lagarto para los seis próximos meses, es decir, ¡más recesión! Reculen ustedes. Reculamos. Pasito atrás nos pide el oráculo popular... y los pobres, mirando el abismo que hay tras sus talones, le han dicho que lo dé su tía. Sin embargo, el ministro (ya le corrigen los suyos) no se ha atrevido a darles su gran buena noticia: 2012 será mucho mejor... que 2013.

La Navidad de las sesicientas mil familias españolas con todos sus miembros en paro es una Navidad puta y robada que en su casa llaman «la Cavidad» porque ellos están en lo hueco, en lo vacío (y los Servicios Sociales están en el detalle, porque les han regalado una cartela de cartón de embalaje donde se garabatea un «SEMOS POVRES» por si tienen que ponerse a pedir en las aceras... o reclamar la sopa boba).

Así las cosas, recuerda ahora mucha gente que la Navidad, cuando había poco o nada, parecía más dichosa o celebrada que esta última rutina navideña en la que naufraga nuestra fatiga; y quizá lo fuera porque la vieja dignidad del pobre ennoblecía entonces el mal trago, pero desde que el Niño comenzó a nacer en el Portal del Cortinglé, querida Maricrú, la alegría y el misterio navideño pertenecen a los jefes de ventas, a la telemiel y a la playstation.

En fin, no recordemos aquí la vieja viñeta de Chumy Chúmez donde un tipo alega « oiga, que soy pobre, pero honrado » y el preboste le contesta « ah, las desgracias nunca vienen solas ».

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