La UE cree que las nucleares son seguras pero ve aún mucho margen de mejora

Las centrales nucleares europeas son seguras, pero queda camino por recorrer hasta alcanzar los mayores estándares internacionales. La UE ha llegado a esta conclusión tras un profundo examen a los 145 reactores distribuidos por el continente. Los controles, denominados test de estrés porque someten a las instalaciones a los escenarios más exigentes, se acordaron tras la catástrofe de Fukushima ocurrida en marzo del año pasado

En el caso de las seis plantas españolas, la Unión subraya la necesidad de mejorar los planes de emergencia y pide equipos más modernos para prevenir explosiones de gas y despresurizaciones.

El comisario de Energía, el alemán Günther Oettinger, admitió que los exámenes habían sido más lentos de lo esperado. Consciente de la preocupación provocada por el accidente en Japón, la UE se propuso evaluar rápidamente la seguridad de sus nucleares, pero el proceso se ha demorado un año y medio. El responsable germano, que en su momento llegó a comparar el siniestro de Fukushima con el «apocalipsis», presentó ayer los resultados de las pruebas convencido de que las centrales deben aspirar a la excelencia.

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Bajo este prisma, pidió a todos los países que asuman las recomendaciones y las apliquen de «inmediato». «No debería existir ningun margen para la autocomplacencia», remarcó

Los test de estrés se concibieron para analizar las distintas cuestiones que contribuyeron a amplificar la catástrofe nipona. Aunque el abanico se fue ampliando progresivamente, los expertos europeos enfocaron sus esfuerzos a determinar los riesgos de terremoto e inundaciones, la capacidad técnica para afrontar accidentes graves y la viabilidad de los sistemas de alimentación alternativos. Dentro del apartado dedicado a los fenómenos naturales, los inspectores han concluido que el 83% de los 145 reactores necesitan mejoras e incluso la instalación de medidores sísmicos. Además, se estima que los cálculos de probabilidades deberían alcanzar un periodo de 10.000 años tanto para los movimientos telúricos como para las riadas.