Diario de León
Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

Liturgia dominical

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES

Muchos creyentes ven a Dios como a quien recurrir sólo en los momentos difíciles, que tape nuestros agujeros y supla nuestras deficiencias, como si su tarea fuese el parchear los disparates que, con nuestra libertad mal entendida y peor usada, cometemos. Cuando nos va bien, Dios no nos hace falta; cuando nos vaya mal, ya echaremos mano de Él: su obligación es cuidar de nosotros, ya que -dicen- somos sus hijos. Hay quien, llegado el momento, sabe pasar del dios-curandero al Dios Padre Salvador, pero el camino no es fácil. A veces aparentemente abandona al hombre a su suerte y es entonces cuando se purifica la fe infantil e imperfecta, y se pasa o a quedarse sin ninguna o a llegar a una fe madura. También sólo fue «minoría más mínima» (solamente uno de los leprosos) la que avanzó en la maduración en la fe.

Es fácil agradecer a Dios los beneficios extraordinarios. La gratitud es «la memoria del corazón», pero no alcanza a los «milagros» de cada día. Nos parecen derechos adquiridos. Chesterton comenta con ironía cómo nosotros, una vez al año, agradecemos a los Reyes Magos los regalos que encontramos en los zapatos que ponemos en el balcón, pero no damos las gracias a Aquél que todas las mañanas nos da dos pies para meterlos en los zapatos. ¿Se nos ha ocurrido alguna vez, al despertar, dar gracias al Señor por amanecer un nuevo día en la fe cristiana? Ésta, que es el milagro más grande, se considera como algo natural, no llegamos a valorarla como un «evento extraordinario» y, sobre todo, un don.

Y es que «todo es gracia». Nada se nos debe. Nada merecemos. Si todo viene de Dios gratuitamente, todo debe volver a él como alabanza y gratitud. La verdadera gracia produce la gratitud y nos pone, no sólo en estado de gracia, sino en acción de gracias. Cristiano no es el que pide gracias o recibe gracias; es quien da gracias. Por eso, la Eucaristía, el acto más sublime del culto cristiano, es «acción de gracias». Dios no espera una gratitud en plan paternalista, como la que se debe a los bienhechores. La que Él espera es nuestro aprecio y la apertura a la alegría, la alabanza, la celebración por sus prodigios. Nuestra relación con Dios tiene que cambiar, en cantidad...y en calidad. Hay en nosotros mucho de magia, oportunismo, interés, ingratitud... y hemos de pasar al agradecimiento, la generosidad, la acogida alegre del don de Dios, la entrega a la causa del Reino. Con la seguridad de que, pase lo que pase, Dios es el primer interesado en el triunfo del bien sobre el mal.

tracking