Diario de León
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ANTONIO NÚÑEZ
León

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Artur Mas no le hubiera durado a Putin ni cinco minutos, es la conclusión a que ha llegado un servidor después de muy mucho sopesar lo que está pasando en Cataluña y en Ucrania. Tampoco el vasco Urkullu habría aguantado un órdago en el mus al ruso. Qué tío y no como otros que yo me sé.

De aquí a mayo vamos a aguantar no vea usted qué turra con lo del derecho a decidir de los independentistas catalanes, que se le suben a las barbas a Rajoy mientras el gallego disimula. Turra por turra por lo menos podía mandarles a las bandas semanasanteras de cornetas y tambores, que parecen legionarias para los que somos amantes de la música. A falta de misiles y ante la crónica duda de enviar allí o no a la Guardia Civil para disolverlos ésta es una idea que podría funcionar como otra cualquiera por aburrimiento. Cedo la patente.

Qué caracteres y qué territorios tan distintos. Crimea, anexionada por Putin con dos de los que no hay aquí, es una tierra históricamente muy belicosa y bien retratada en el cine por los ingleses para explicar cómo la perdieron. En la famosa batalla de Balaclava se alaba el heroismo de La carga de la brigada ligera y en Las cuatro plumas se reconoce que fue el caballo del coronel desbocado sin flema británica alguna y luego toda la caballería le siguió creyendo que era una orden. Bueno, pues Putin la ha conquistado.

En cuanto a Cataluña no se le conocen guerras épicas, salvo la conquista de la peseta, que fue un invento del catalán Figuerola en tiempos de Isabel II. Eso de que Els Segadors se zurraron la sudada badana por la independencia es mentira. La única guerra de por allí fue cuando las carlistadas para apoyar precisamente al carlista como monarca absoluto. Otras hazañas bélicas no constan, excepto las del mercenario Roger de Lauria, la pela es la pela, que combatía en nombre del reino de Aragón, de ahí la bandera maña de las barras, ni esteladas ni leches.

Otro tanto puede decirse de los señoríos vascos, unas veces dependientes del reino de Navarra y otras de Castilla según el mus de la historia. Cuando la guerra civil se inventaron a los gudaris, famosos por defender el «cinturón de hierro» de Bilbao rindiéndose a los italianos antes de que llegara Franco. Otra carlistada. Por cierto que la tortilla española fue un invento del cocinero de Zumalacárregui una vez que estaban sitiados y no tenían a mano más que dos gallinas ponedoras y un patatal. Como épica deja mucho que desear.

Mi Wladimiro, en cambio, lo tiene muy claro. Es un tipo duro, antiguo coronel de la KGB del que se dice que trabaja los músculos hasta en el jacuzzi, nada que ver con la barriga de Mariano. Y que ha visto cómo el reconocimiento por la Unión Europea de Croacia, la de los ustachis que se unieron a Hitler, provocó la sangrienta guerra de Yugoslavia contra los eslavos serbios. Lo mismo que pasa ahora en Ucrania con los guiños de la Merkel prometiendo tratados que atan los perros con longanizas. También allí se unieron a Hitler. Donde se mete Alemania todo acaba mal, más que nada porque luego no quiere salir. Y cuando lo hace es por pies, como tal vez pase ahora con Kiev. El otro día apareció en los periódicos la foto de una barricada antiputin defendiendo una estatua de Lenin. Coño, qué primavera capitalista y liberal mas rara. Igual pasó en los países árabes, donde ganaron los islamistas a tope con el beneplácito de occidente, y a lo mejor por eso Wladimiro sigue defendiendo al cabrón de Siria, no peor que otros, pero suyo. Que también lo haga Irán es otra carta más en esta partida de tute geoestratégico, donde al islamismo todo lo que huela a democracia le suena a chino, esa es otra.

También esta semana Mariano acudió con toda la cañonería del aparatchich del PP a apoyar el nombramiento de su candidato a las elecciones andaluzas. Salió por el noventa y nueve y pico por ciento de los votos. Le faltó poco para el ciento y pico por cien. Si eso no es votar a la búlgara que venga Putin. Yo, como mi abuela Catalina, quiero listas abiertas o, en su defecto, cambiar luego los cromos de los elegidos en las cerradas. Se iba a enterar más de uno.

Yo, por ejemplo, cambiaria a la presidenta de la Diputación, señora Carrasco, que la tengo muy repe, por Esperanza Aguirre, que es como Putin pero más bragada. Para alcalde de su pueblo, si le gusta otro, quizá el de al lado, saque usted sus propios cromos.

La barba de Mariano, como mucho, recuerda a Rasputín.

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