Diario de León
Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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Liturgia dominical

Estamos en el Triduo Pascual, en el que actualizamos la Muerte y Resurrección de Jesús. Aquí está el eje de nuestro ser cristianos. Pero, cristiano ¿es quien cree en Dios? Sí, pero hay millones de personas, lejos y cerca de nosotros, que creen en Él sin ser cristianos. El cristiano ¿es quien cree que la vida no acaba con la muerte? Sí, pero creer esto tampoco es exclusivo del cristiano; muchos esperan otra vida sin ser cristianos. El cristiano ¿es quien cree que hace falta vivir basados en el amor, la justicia, la verdad...? Sí, pero -una vez más- hemos de reconocer que estas exigencias morales las comparten muchos no cristianos...

¿Qué es, pues, lo esencial en nuestra fe? Aceptar plenamente la verdad de que Cristo, muerto por nosotros en la cruz, ha resucitado. Quien cree así -con todas sus consecuencias- es cristiano; quien no, no puede llamarse cristiano, por más que sea admirador de Jesús o creyente en Dios o modélico en su forma de vivir. Ser cristiano exige creer que Jesús de Nazaret, entregado por amor a anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, fue fiel hasta el extremo, que aceptó el camino de la cruz, que, por ello, Dios Padre lo resucitó, es decir, le comunicó la plenitud de vida que Él había anunciado, y que lo constituyó en «Señor», es decir, en criterio y fuente de vida para todos los que crean en Él. La Pascua, pues, es el momento cumbre de proclamar, con alegría y esperanza, la victoria sobre la muerte, que es conseguida por Cristo y de la que se nos hace partícipes.

La fe cristiana nos enseña que, por gracia, estamos vinculados a la misma vida de Cristo Resucitado. Ésta nos llega por el Espíritu Santo, que estaba en él y se nos regala a nosotros para iluminarnos y fortalecernos. El Espíritu, en quien estamos injertados por la vinculación a Cristo resucitado, está presente en nosotros. Un error nuestro es el de olvidar su presencia y querérnoslas arreglar solos. Rechacemos la autosuficiencia y recuperemos el convencimiento de que el Espíritu de Dios, que está en nosotros, nos lleva de la mano para que acertemos con el modo de ser cristianos.

Creer así nos debe llenar de alegría. La Pascua es tiempo de gozo, de valentía, de fiesta. Son sentimientos que experimentaremos en los signos de la Vigilia Pascual, al encender el fuego que espanta la oscuridad y bañarnos en el agua que limpia y fecunda. Con la confianza en Dios Padre, que es amor, en Cristo su Hijo, que es nuestro camino, y en el Espíritu, Señor y Dador de Vida, nuestra existencia está llamada a renovarse y fortalecerse, y a comprometerse en ser testigos de lo esencial: «Por la Cruz y la Muerte a la Luz y a la Vida».

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