Diario de León
Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

Creado:

Actualizado:

En:

Liturgia dominical

Parece que muchos cristianos padecemos de sordera ante Dios, y de la peor de las sorderas que es la de quien no quiere oír. La padecemos cuando acudimos con frecuencia a Dios, a lo que llamamos «oración» y que quizá no es otra cosa que escucharnos y buscarnos a nosotros mismos, centrados en nuestros problemas y en atraer la atención de Dios hacia la solución de lo que necesitamos. Por deficiencia en la formación o por abundancia de egoísmo, muchos cristianos acudimos a Dios no para escucharle, sino para que El nos escuche; no para conocer su voluntad, sino para que El se ajuste a la nuestra; no para amarle, sino para continuar amándonos a nosotros mismos. Esto será utilizar a Dios... y no hacer «oración».

La oración no consiste, ni sólo ni principalmente, en pedir, aunque esta actitud sea signo de confianza y exprese, a su modo, una actitud humilde y, en muchos casos, una profunda fe. Este es un buen tiempo para pedir que el Señor remedie nuestra sordera y nos enseñe a hacer de la verdadera oración el medio de conocer lo que Dios quiere de nosotros y de recibir de El no sólo su mensaje, sino la capacidad de convertirlo en vida.

Tener fe cristiana es aceptar que Dios-Padre a quien no escuchamos, está constantemente enviándonos mensajes, aunque se tropiece con nuestra empecinada y voluntaria sordera. Lo hace mediante su Hijo Jesucristo, Palabra increada y Eterna, comprensible, cercana a nosotros. Lo hace por su Palabra Escrita, por la que, durante siglos, se ha comunicado con nosotros y nos ha expresado su voluntad y amor. Lo hace por su Iglesia, en la que vive y por la que sigue realizando en el mundo la misión que comenzó su Hijo Jesús y que hemos de continuar nosotros. Lo hace por todos los acontecimientos, pasados, presentes o futuros, porque toda la historia del hombre -la hecha y la por hacer- es para el cristiano, desde Cristo, historia sagrada, historia de salvación. Lo hace por las personas que nos rodean y por sus circunstancias concretas, que son una llamada al desprendimiento, la generosidad, la comprensión, la humildad, el servicio, el diálogo, la paciencia, la fortaleza, la alegría y la acción de gracias... Mil invitaciones diferentes que recibiríamos con claridad si, con oídos de fe, entráramos en sintonía con lo que Dios quiere decirnos por medio de las necesidades por las que atraviesan nuestros hermanos que, al menos teóricamente, sabemos que son necesidades por las que El mismo atraviesa.

No es, pues, nuestro Dios un Dios silencioso y callado. Somos nosotros los que, sordos a su voz, no le escuchamos. Sordera esta de la que Jesús puede curarnos con su cercanía física, con su luz y con su gracia.

tracking