Diario de León
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El capellán de la cárcel, Domingo del Blanco, es una de las personas que con mayor intensidad vive el contacto con el mal. Sin embargo, el sacerdote, que lleva tres años cumpliendo su ministerio en el centro penitenciario de Mansilla de las Mulas, sostiene que «los hechos desaparecen a la puerta de la cárcel». «A partir de ahí, sólo se puede penar por lo que se ha hecho». Domingo del Blanco considera que en todas las personas puede encontrarse algo bueno y destaca que una de sus funciones radica en lograr que los presos reconozcan el daño que han hecho. «Deben rehacerse», medita, mientras recuerda casos tan duros como el de un padre que mató a sus propios hijos para vengarse de su mujer. Para este religioso uno de los denominadores comunes de la mayoría de los criminales que ha tenido la oportunidad de conocer es el peso desmesurado del ego. «Todos ellos ponen su libertad por encima de todo lo demás. No miran al otro», destaca, para añadir que no tienen conciencia del mal causado, de la lesión de sentimientos. «Tienen la conciencia tranquila», asegura. Y es que, según su opinión, hay que mirar fuera para hallar la razón de lo que han hecho los que están dentro. «Para entender a las personas para las que matar es algo bueno, hay que observar la sociedad». Domingo del Blanco cree que vivimos una época en la que el fin justifica los medios. «La sociedad ha puesto por encima de todo el ‘todo vale’», considera, por lo que defiende que hoy resulta más importante que nunca educar en valores. «Los que viven en la cárcel no vienen de Marte. Vienen de nuestras familias y son expresión del dolor de la sociedad. Son la voz de la calle», alerta. Y, a pesar de los terribles casos a los que se enfrenta, afirma sin dudar que no ha visto el demonio. «No, el mal en sí mismo no existe, sólo existen los actos malos, situaciones que te llevan a cometer atrocidades», insiste.

Sin embargo, el capellán advierte de que hay que mantener las distancias. «Puedes implicarte siempre que guardes las distancias. De lo contrario, puedes convertirte en parte del problema, corres el riesgo de vaciarte», recalca.

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