Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Siempre que se tumba el otoño y hay que encender las bombillas a media tarde, entran ganas de castañas asadas, de chácharas en la cocina o de cochar con güela el crío para que le repita antes de dormir los cuentos truculentos que después le atormentarán el sueño angelical. Es tiempo de filandonear, tiempo que pide fuego, corro, chismorreo y jota.

Ayer anduvimos de filandón, qué raro.

En Quintana de Raneros se tocó a filorio para soplar las brasas de la memoria demostrándose otra vez que la palabra es el mejor entretenimiento que existe y lo que más aprovecha en la relación humana. Hablar por hablar... y para que quede.

De todas las tradiciones o costumbres populares muertas, la que más hay que lamentar es sin duda el filandón con todas sus variantes (las hay muy interesantes que tientan al exceso y la promiscuidad), porque filando se estira la sobrecena, la noche se hace velada o pandero y se juntan los de casa, el clan o la buena vecindad sin que cuente la edad o el sexo, lo que garantiza como ninguna otra cosa la conexión intergeneracional que hoy ni se huele, sobre todo si se pone a hablar la tele y habla ella sola, dictando como acostumbra... y atrofiando la palabra o la entendedera del personal.

Lo curioso, sin embargo, es que casi nadie conoció el filandón propiamente dicho, ni siquiera ese estereotipo literaturizado que dice «a la luz del gabuzo las mujeres hilaban, los hombres jugaban a las cartas, los mozos urdían alguna picardía, se relataban historias o romances, se rezaba el rosario o se cantaban coplas», proponiéndolo como la madre y originaria fuente oral de la literatura leonesa. Había más filandones y, al igual que no existe una sola lengua leonesa, sino varias y diferentes hablas cazurras, tampoco existió un sólo filandón; hasta en el nombre había distingos: «hila» lo llamaban en Riaño-Valdeón, «hilorio» en tierras medias, «calecho» en Omaña o Laciana, «hiladera o filadero» entre maragatos, «serano» (por sereno) en Babia o Luna... pero a Sócrates le interesan sólo aquellos que prohibía el obispo de Astorga bajo pena de excomunión... ¡!...

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