Diario de León

ENTREVISTA

"De niños enfermos todos quieren oír hablar, pero no de personas con trastorno mental"

Entrevista con Angie Rosales, fundadora de la oenegé Pallapupas

Angie Rosales, fundadora de Pallapupas.

Angie Rosales, fundadora de Pallapupas.

Publicado por
ROSA MARI SANZ
León

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Hace cerca de dos décadas Angie Rosales se presentó a un cásting de payasa de un hospital de Mallorca y lo pasó. Cuenta que al tener contacto con una UCI pediátrica y ver el sufrimiento se dio cuenta de que su vocación, el teatro, podía tener un impacto muy fuerte en un lugar con tanto dolor. Tras formarse con la asociación Sonrisa Médica, de Mallorca, creó Pallapupas en Cataluña, una oenegé que mejora, a través de la risa, el estado físico y mental de los más pequeños y de los mayores ingresados. Sin nariz, apoyan a personas con enfermedades mentales. A día de hoy, 15 actores y actrices visitan cada año a más de 37.500 personas en una docena de hospitales y centros sanitarios.

¿Cómo ha crecido Pallapupas y usted en estos 16 años llenando de positivismo y de ilusión hospitales? A nivel personal el poder tocar de cerca la vulnerabilidad de la vida me ha hecho mejor personas, sin duda. Ha dado a mi existencia un sentido de trascendencia . La capacidad de ayudar a los otros en definitiva marca una diferencia de si te sientes útil o no. A nivel profesional empecé con un dosier de nueve páginas. Ahora somos cerca de una treintena de personas y hemos abierto más proyectos. Empezamos en plantas de hospitalización infantil, crecimos en oncología, entramos en quirófanos y en los últimos años hemos incorporado a los mayores y a personas con enfermedades mentales.

¿Cómo deciden los colectivos a los que se dirigen? Investigamos mucho para cada uno de estos proyectos porque tenemos claro que no queremos estar donde no seamos útiles. Somos muy exigentes. Vamos donde vemos que podemos contribuir a reducir el miedo y la ansiedad, a mejorar la calidad de vida y el estado de ánimo. Si no es así no estarnos, no tiene sentido nuestra presencia.

¿Tienen un perfil común los miembros de Pallapupas? Somos un equipo muy tocado por el humor. Somos gente que creemos que tiene una utilidad en la vida y en los momentos de crisis todavía más. Entre nosotros, cuando tenemos tensión el humor es algo que nos cohesiona mucho, a todo el equipo. Si tenemos un problema lo ponemos en práctica, pasamos de la risa al llanto y del llanto a la risa. Creemos que el arte, lo efímero, lo que no es tangible, supone un valor para que tu vida sea mejor.

Ustedes tratan directamente con el personal sanitario. Se informan, en el caso de las visitas a hospitales infantiles, de la casuística de cada niño antes de entrar en las habitaciones a visitarles. ¿Son siempre bien recibidos en los hospitales por los profesionales?  Al principio costó más, siempre te encuentras con la parte más ortodoxa de la profesión, con aquellos que creen que ellos está para salvar vidas y no acaban de entender o acaptar tu papel. Pero cada vez menos. Nuestra presencia comienza a ser una exigencia por parte de los pacientes infantiles. En adultos , donde hemos empezado con mucho respeto hace poco, ya apunta maneras y está siendo muy sorprendente. Sí que es verdad que aún hay guardianes de la salud de la persona, pero con los mayores cada vez nos encontramos con más profesionales que creen también que no siempre se mejora la vida desde la medicina.

Pallapupas imparte unas clases optativas en la Facultat de Medicina de la Universitat de Barcelona (UB), en el campus del Hospital Clínic, donde trabajan la relación entre el médico y paciente. ¿Vienen humanizados los futuros médicos? En realidad no. Creo que cada vez están más deshumanizados. Por eso necesitan más este apoyo. Cada vez más quien mandará es la máquina, por mucho que se necesite al técnico que le dé instrucciones. La máquina cada vez tendrá más protagonismo. Los propios estudiantes los saben, lo ven y tienen ganas de cambiarlo. Hacemos 10 sesiones optativas a partir de cuarto. Les explico qué es Pallapupas y les pregunto por qué se han apuntado y qué esperan. La mayoría dice: yo sé que si aprendo los conocimientos que me están enseñando seré un buen médico pero no tendré ni idea de tratar personas, y eso les preocupa. Lo tienen claro y quieren cambiarlo.

¿Cómo se protegen ustedes cuando se quitan la nariz? Este trabajo es imposible hacerlo con el corazón cerrado. Nosotros también recibimos ayuda psicológica en el grupo si la necesitamos. Pero no te queda más que transformarte mientras estas desarrollándote como profesional. Es imposible que no te toque y que este tocarte no te modifique como persona, es imposible. Alguien que no esté dispuesto a eso no puede venir.

¿De dónde sacan tanta energía? De ver lo que consigues, ni más ni menos. Que logres que un niño entre en un quirófano sin llorar, que se duerma tranquilo con la anestesia sin haber utilizado la fuerza, que una persona mayor se tome la medicación a la que sistemáticamente dice que no le da un sentido brutal a tu profesión. Insisto, sino fuéramos útiles no estaríamos.

Debe de tener infinidad de anécdotas. ¿Cuénteme una que le haya marcado? Hay muchas. Lo más grave que he vivido fue con un niño terminal. Fuimos por petición de la familia. Al principio culturalmente crees que no debes de estar allí. Pero cuando un ser querido de una persona que se está muriendo te reclama tu moralidad ya se mueve de sitio. Primero te planteas ¿queréis decir que he de estar ahí? Y de repente dices, claro que sí. Si lo pide es que sí.

Y acabaron entrando. Sí, sí. Entramos desde un clown muy en su sitio, muy contenidos, se respiró mucha humanidad. Su familia expresó su agradecimiento hacia nosotros y cuando salí de allí con mi compañero fue muy duro. Lo primero que me salió fue coger la nariz y tirarla al suelo. Pensé qué estoy haciendo aquí con una nariz roja. Luego te calmas y te das cuenta de que has formado parte de ellos.

¿Siempre entran con la nariz? Ha sido un tema que hemos debatido mucho internamente. Hemos llegado a la conclusión de que no nos hemos de quitar la nariz nunca. No te quieren a ti quieren a tu payaso. Alguno de nosotros se la ha quitado dentro de una habitación y ha sido la propia familia la que le ha dicho ‘no, no te la quites’.

Reciben numerosos agradecimientos. La página web de Pallapupas está llena de ellos. Nos llegan de muchas maneras. Algunos son muy fuertes. Hay familias que han venido a vernos una vez el hijo o la hija ha muerto a traer dinero que recaudaban para nosotros. Eso es muy emocionante. Igual nos han visitado un año y medio o dos después de que muriera. Cierran la historia para poder continuar viviendo.

Hablando de donativos, la mayoría los consiguen con su vertiente infantil. ¿Cuesta más sensibilizar con otros colectivos? Cuesta muchísimo. De niños enfermos todo el mundo quiere oír hablar. Pero para nada de personas con trastorno mentales y menos si son adultos. Con los mayores ocurre lo mismo. Estamos sobre todo focalizados con personas con alzhéimer o con enfermedad neurodegenerativas. Con ellos se genera algo muy especial. A veces es humor pero muchas veces en ternura.

¿Hacia dónde quiere seguir creciendo Pallapupas? Nos gustaría que no hubiera ningún hospital infantil del país sin Pallapupas. Pero tenemos mucho trabajo que hacer con salud mental. La enfermadad mental, la pérdida de la cordura nos da mucho miedo a todos, es de aquella parte de la vida que no queremos ver. También queremos seguir investigando con mayores, tenemos unas vidas en las que cuesta mucho integrar a una persona mayor. Queda mucho por hacer en estos dos ámbitos.

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