Diario de León
León

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La prima de una amiga se fue ayer a Toronto. Se va sin trabajo y sin conocimientos, como dicen en los pueblos, sin nadie que pueda echarle una mano en un país tan lejano y remoto. Y es la norma. No sé si han leído Las uvas de la ira. Al principio de esta recreación del Éxodo, el autor traza el perfil de los nuevos egipcios: el hambre. La esclavitud que lleva al exilio a este pueblo de Dios es la tierra quemada, el aire viciado de polvo yermo, la pobreza... El nuevo siglo será el de los demás, el de las migraciones. Hace pocos días, Trump hacía distinciones entre personas de primera y segunda. Decía algo así como que no quería gente que llegara de agujeros de mierda y citaba entre sus preferencias a los suecos: blancos y rubios.

Todos somos caminantes; en realidad es lo único que nos ha hecho humanos, lo que nos ha obligado a avanzar y nos ha modelado para lograr desarrollar destrezas que antes no teníamos. Así que estoy segura de que a Carol le irá bien, de la misma manera que estoy segura de que, a pesar del terrible final de la novela de Steinbeck, California se convirtió en la tierra prometida de los Joad. Los emigrantes son una oportunidad para la especie, aunque en ocasiones suponga la extinción de quienes se han quedado atrás. En Estados Unidos, los latinos supondrán más de cien millones en menos de diez años, casi un tercio de la población. Los blancos estamos condenados a la desaparición. Volvemos a los orígenes, vamos río abajo (o arriba) para confluir en los padres que abandonaron África, el ‘estercolero’ según la sucia y simplona elocuencia de Trump, un white trash genuino.

Carol se va a Canadá, a Toronto. Se va porque aquí nadie reconoce ni sabe aprovechar el talento que tiene. Serán los canadienses los que lo hagan y por eso ellos prevalecerán. España, si no cambia la cosa, seguirá cubriéndose de polvo, como el polvo de su ciudad, que hace tiempo que la precedió en la huida. El polvo nos da la medida de las cosas, de todas las cosas que tratamos de convertir en valiosas y que, al final, emigran mucho antes de que nos demos cuenta de que los siguientes seremos nosotros.

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