Diario de León

EL RETROVISOR

El León de De la Serna

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Publicado por
ALBERTO FLECHA
León

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Babia es un extraño país, lleno de bosques, de escuelas, de praderías, de bienestar y de cultura, donde la gente le contesta a uno a cualquier pregunta con un aplomo y una llaneza casi académica, sin muletillas, sin tartamudeos, sin frases hechas». Así se expresaba el escritor falangista Víctor de la Serna en uno de sus viajes por León. El periódico ABC le había encargado una serie de artículos de viajes que saldrían publicados entre 1953 y 1954 y que posteriormente aparecerían agrupados en la obra Nuevo viaje de España: La Ruta de los Foramontanos. La cita que abre el artículo no es la única. Las referencias a León como una tierra culta, que prácticamente había desterrado el analfabetismo, son frecuentes en esta obra. Por ejemplo, de una tienda en la comarca de Luna dice que «en un país culto como este, donde no existen analfabetos, es biblioteca y museo y ágora». O de Villablino, «esa meca de la ilustración de la Montaña Leonesa, que conserva su empaque académico rodeado de brañas y minas».

Las frases del periodista santanderino destilan esa búsqueda de la España auténtica que compartían los falangistas de viejo cuño. Eran los años cincuenta del siglo XX, cuando el franquismo trataba por todos los medios de pasar el trago de haber apoyado a los fascismos durante la II Guerra Mundial granjeándose el apoyo de los Estados Unidos. Ahora la fascista Falange era un recuerdo a esconder bajo la alfombra. A nivel político, al bicho se le decapitó, los cargos políticos fueron apartados y los últimos coletazos se manifestaban en obras tan críticas como la extraordinaria película Surcos, del también falangista Nieves Conde. Aquellos idealistas del Estado Nuevo no perdonaban a Franco haberles dejado en la estocada y haber abandonado los ideales de la Cruzada Nacional. La España eterna, cuyos valores se encontraban en los arados que surcaban los yermos campos de Castilla, en los profundos y apartados valles de sus cordilleras, languidecía, igual que siempre, en brazos de un éxodo rural que seguía sangrándola en favor de los focos industriales sobre los que iba a descansar la política económica del franquismo. Igual que siempre.

En el ocaso del falangismo, De la Serna recorre León con nostalgia. Frente a la fuente del Villablino ‘de la Ilustración’, con el nombre de Sierra Pambley en el frontón, reflexiona: «¡Ay, quién tuviera unos millares de fuentes como esta en la acalorada España! ¡Ay, compañeros, quién las tuviera, para saciar la sed de esas criaturas…! ¿Te acuerdas de los cinco hermanos pescadores de los Ojos del Guadiana? Solo uno sabía leer un poco».

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