Un huido muy legal

«No son huidos». Es la frase que el abogado de los ídem Puigdemont and Co ha enviado al Supremo para reivindicar que cambiemos las palabras, las definiciones, los significados, los adjetivos con los que clasificamos a quien sigue desde Waterloo amenaza al Estado. «Cuando salieron de España, lo hicieron de manera legal», dice para justificar esta petición. Hacía tiempo que no me maravillaba con la capacidad de alguien de manosear la realidad a la bajura de sus deseos. ¡Ah, si Luis Cernuda hubiera conocido al señor Alonso-Cuevillas!

Este abogado encuadra todo su argumento en que no se puede nombrar algo que antes no existía. En su mente alucinada uno es lo que quiere ser. Se trata de una adecuación rara de la teoría del autor de La Fuente. Duchamp cambió el mundo del arte para siempre cuando decidió que la creación era un acto volitivo del artista. Con ello, inauguró un nuevo paradigma en el universo cultural.

Lo mismo ha hecho Puigdemont al defender su capacidad para imputar a alguien el calificativo de huido en razón del momento. Es una genialidad. No sé si recuerdan la película de Spielberg Minority Report, una distopía en la que el libre albedrío no existía. Unas cassandras informáticas decidían si alguien debía ser detenido en función de sus actos futuros y, por lo tanto, inexistentes.

La locura de los independentistas ha llegado a un capítulo muy similar al de esta historia. La única diferencia es que en la citada película todo estaba escrito y nadie era inocente. En esta, sin embargo, todos lo somos porque depende del momento en el que decidamos colocarnos.

Hablaba ayer con un amigo, Valentín Fernández Polanco, de que vivimos en un mundo en el que nos hemos sacudido la culpa, un lugar infantilizado por una generación idiota incapaz de darse cuenta de que esto va en serio, de que nadie es inocente, de que es una obligación sentirnos culpables por todo lo que pasa a nuestro alrededor. Y me recomendó un libro, pero eso ya es argumento de otra columna.