Diario de León
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Cada día su afán José Román Flecha Andrés
León

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Y a ha pasado un siglo desde que Romano Guardini publicó su libro «El Espíritu de la Liturgia». En él afirmaba que la cultura puede acercarse a las verdades o ejercicios religiosos para dejar patente la riqueza que encierran o aplicar su contenido a las múltiples necesidades de la vida.

Tanto la cultura hebrea como la grecorromana ofrecieron a la liturgia cristiana un modelo arquitectónico bien conocido. Pero, a diferencia de aquellas, la fe cristiana no entendió el templo tan solo como la morada de la divinidad, sino como el lugar de encuentro de la asamblea.

La sinagoga se orientaba al Templo de Jerusalén, pero las iglesias cristianas se dirigían al Oriente, como origen de la luz que es Cristo. El celebrante no daba la espalda al pueblo, como a veces se dice, sino que, junto con su pueblo, volvía su mirada hacia el único Señor. Bien lo ha expresado Benedicto XVI en ese libro que lleva también el título de «El Espíritu de la liturgia».

Más importante aun es la experiencia de lo sagrado que la cultura hebrea transmitió a la fe cristiana. Israel aportaba la confianza amorosa en el Dios creador y liberador, así como la urgencia de amar al prójimo como a uno mismo.

Israel modificó el sentido de la fiesta, pasando de la observación cíclica de la naturaleza a la memoria de la liberación. La liturgia cristiana celebra la redención que ha tenido lugar en la historia. Además de promover el descanso semanal del trabajo, hace memoria del Salvador resucitado.

Por otra parte, la liturgia cristiana ha aportado a las diversas culturas la conciencia de la dignidad de la persona, la experiencia de la vocación comunitaria, el valor de la palabra y del silencio, la estrecha vinculación entre la ley del orar, la ley del creer y la ley del actuar.

Con razón afirmó el filósofo Benedetto Croce que «no podemos no decirnos cristianos». Junto a esta herencia antropológica, ahí están las numerosas obras de arte, los himnos y cantos y hasta el nombre de las notas musicales, tomado del himno de vísperas de la fiesta del nacimiento de san Juan Bautista.

Además, los diferentes estilos artísticos han dejado su impronta en los templos, en la escultura y en la pintura, en el mosaico y en las vidrieras, en la carpintería y la cantería, en las miniaturas de los cantorales, en los vasos sagrados y hasta en el tejido de los tapices.

Hace cincuenta años (14.10.1968), ante los abusos que se cometían en la reforma litúrgica, el papa san Pablo VI mostraba su preocupación ante el intento de despojar de su carácter sagrado al culto cristiano. Como él mismo lo intentó una y otra vez, es preciso establecer un diálogo serio y respetuoso con la cultura contemporánea, sin perder de vista el carácter específico de la celebración de la fe.

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