Una sola castaña

En los posos del tarro de la memoria se agitan mejor las navidades pobres que las de sobrar y tirar; y llegando Reyes, la memoria niña de la gente mayor se rebrinca en comparaciones: ¿por qué les parece más feliz aquella Navidad de trapo que esta de lucecitas obsesas e infantiles?, ¿quizá es que donde no había juguete campaba el juego y donde no había tele vocinglera cantaba una botella frotándole la barriga hasta sacarle al genio Zambombo Lerele?... ¿y qué tienen de navideño las bragas floridas de esa Pedroche in púribus, con el frío que hace a la noche?, añade la bisabuela, que hace que no se entera, pero no pierde ripio aparcada todo el día ante una tele que por estas fechas se plaga de colonias y fantasías hasta estomagar.

Por eso, llegando Reyes, siempre hacemos por recordar a Manuel, un hombre al que jamás vimos gesto agrio ni renegar de una suerte que al final le vino buena de la mano de mucho trabajo penoso. Nació en familia numerosa y pastora allí donde las peñas de Robledo de Caldas hacen linde con Asturias. ¿Y qué comíais de especial en navidades?, le preguntamos una vez; ¿especial?, pues lo de siempre, dijo, y ojalá ese año cayera gallina vieja que dejó de poner. ¿Y qué juguetes os traían de guajes los Reyes?... ¿juguetes?, nos miró con sorna: ¡castañas!... castañas, ya, ¿y qué más?... solo castañas, rapaz, y una sola para cada hermano, ¡una!, costaban perras y aquí no se dan, había que bajar a por ellas a La Magdalena... (y había que ver el gesto de feliz ironía que le volvía al rostro recordando su solitaria castaña... y aquel saber llevarlo).

Y entonces a Peláez se le pone cara de higo paso al oír este episodio que evocamos cada año porque tiene dos nietos hiperregalados que le han vuelto tarumba estos días con todos los juguetes que les trajo Papá Noel en Nochebuena, quedando aún la remesa que traerán los Reyes multiplicando los riesgos de accidente doméstico con tanto trasto juguetil desparramado por el piso al aburrirse de ellos y apalancarse al final abducidos por una pantallita y un mando que les pone unas caras de ansia o furia que aterran.