Diario de León

SOCIEDAD

A resguardo del frío y la soledad

Que nadie quede a la intemperie. Las bajas temperaturas activan el dispositivo para dar refugio a las personas sin techo. En el centro Concepción Arenal y Calor y Café están en alerta toda la temporada..

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ana gaitero | león

«Vivo en una casa abandonada, sin agua y sin luz. En el rato que estoy aquí no paso frío». Florin Ciorcan es rumano, tiene 43 años y es una de las personas asiduas, desde hace seis años, al Centro de Día Concepción Arenal de la calle San Pedro.

La ola de frío bajó anoche el termómetro a cuatro grados bajo cero en León y seguirá bajando a lo largo del fin de semana en León, pues la borrasca entre el por el noreste y León se verá afectada en mayor medida a partir de mañana.

Todos los dispositivos están alerta. El objetivo es que nadie quede a la intemperie. Y si queda, que tengas mantas en la noche helada. Desde que termina el verano hasta que la estación del calor vuelve otra vez, el Concepción Arenal está abierto mañana y tarde para atender a las personas sin techo o que sufren pobreza energética extrema por vivir en infraviviendas o con apenas calefacción en una provincia de invierno largo. Es el caso de Antonia, una malagueña que lleva 29 años en León, a donde llegó como usuaria de la casa de acogida de la Asociación Leonesa de Caridad.

«Son como mi familia», dice señalando a las tres personas voluntarias que atendían ayer el servicio de café y bollería. Son Pepe, Toñi y María Jesús. Personas jubiladas que llevan entre tres y 25 años en el voluntariado con transeúntes. «Aprendes cosas que no te imaginas», apunta Toñi, la veterana. Después de pasar por un cáncer a lo único que no renunció fue a la labor en el centro de día: «Mis hijos dicen que es mi ‘quimio’», añade.

El perfil de las personas transeúntes ha cambiado mucho en la última década. Gente más joven y más mujeres acuden al Centro de Día que atiende a una media de 350 personas diferentes al año. La afluencia de gente joven es una de las cosas que más impresiona a María Jesús y Pepe.

Estos días entró un joven nacido en 1977 y no hace mucho pasó una pareja de 22 años. «Tiene por delante un recorrido muy largo. Cruzo los dedos para que salgan porque algunos son auténtricos cerebritos», explica.

El perfil de las personas transeúntes ha cambiado mucho en la última década, afirma la directora de la Sociedad San Vicente de Paúl Josefina Herrero Durántez. Gente más joven y más mujeres acuden al Centro de Día Concepción Arenal que atiende a una media de 350 personas diferentes al año con el apoyo de medio centenar de voluntarios. También abundan las personas con problemas de alcoholismo, drogas y enfermedades mentales.

Y de estas situaciones deriva en muchas ocasiones un deterioro vital que muchas veces se trasluce en un aspecto físico descuidado y con falta de higiene. «Tenemos algún usuario al le insistimos un día sí y otro también para que deje la ropa y se duche», explica. A veces la excusa es que tiene que hacer horas en la calle para pedir.

El centro de día es un servicio que gestionan conjuntamente la Sociedad San Vicente de Paúl y la Fundación Alimerka. Antonia juega a las cartas en una de las mesas del centro. En la otra varios hombres, entre ellos dos jóvenes, se concentran en una partida de ajedrez y un tercer grupo se entretiene con la televisión. «Se nota que viene más gente, sí», comenta Antonia a propósito de las bajas temperaturas. Por la mañana, esta mujer que sonríe sin parar y confiesa que está ilusionada porque se ha echado novio, acude al taller de memoria Neuromotiva que se imparte con la colaboración de Abacus León. Como la mayoría de los usuarios del centro de día, Antonia tiene el carné del comedor social, donde dan comidas, cenas y desayunos los 365 días del año. Al filo de las ocho de la tarde se enfilan hacia Puerta Obispo.

El comedor social es uno de los vértices del triángulo asistencial a personas sin techo o con pocos recursos que forma junto con el Hogar del Transeúnte y los servicios de la Sociedad San Vicente de Paúl en la casa de la calle San Pedro.

«Aquí se ven escenas que nunca había vivido, pero muchos de ellos son felices», comenta Pepe, José Luis, un industrial que se enroló hace tres años en el voluntariado del Centro de Día Concepción Arenal. Ha descubierto la otra cara de la vida. «Mientras estás en tu rol no sabes lo que hay en la vida», reflexiona.

En el centro de Acogida Nocturna Calor y Café, en el mismo edificio de la calle San Pedro, anoche se completaron las 16 plazas para hombres (había tres libres) y quedan tres para mujeres. «Hoy hace mucho frío y están cansados. Sólo querían tomar el café o el cola cao, darse una ducha y acostarse», apunta Tere Martínez, voluntaria desde hace nueve años en este dispositivo para pasar la noche.

José Antonio, el cuidador, vela toda la noche su sueño. Habitualmente son tranquilas porque «vienen a recogerse, aunque a veces alguno llega en no muy buenas condiciones y cada cierto tiempo surge algo». En dos años desde que empezó a trabajar sólo ha tenido que expulsar a una persona. «Hay que tener mucha paciencia», admite.

Al Calor y Café, acudieron 173 personas de enero a octubre (136 hombres y 37 mujeres) y se contabilizaron un total de 2.235 estancias. La media de ocupación fue del 86% y el tiempo medio de estancia fue de 21 días. El máximo permitido es un mes.

Llegan de toda la península y países europeos como Rumanía y también de Marruecos. «Algunos van girando por distintas provincias», comenta. Tere es la cara que recibe a las personas sin techo. Se pone detrás de la barra, les sirve café, leche y pastas y le cuentan o preguntan.

«Hay muchos que son ‘repetidores’, antiguos alumnos, como digo yo», explica. «Se establece una relación y me gusta. Aquí me encuentro con la parte más débil de la vida», añade. A algunas personas se les ha acabado el paro, otras nunca han trabajado. Desde el 15 de septiembre, cuando empieza la temporada, hasta San Juan, el flujo de caras y situaciones es constante. «Empiezo siempre con mucha ilusión, cuando no vengo en verano es como que me falta algo», confiesa.

Hay gente que sale, como una mujer alcohólica «a la que consiguieron llevar a un centro de inserción y está recuperada». Pero hay quien queda atrapado en la calle. «Al cabo del tiempo te las encuentras en la calle y te da pena», señala Tere. El caso de un chico que empezó con 20 años y sigue rodando con más de 50 es el que más le ha impresionado. «Una persona muy culta, aunque parezca mentira. La vida es injusta», sentencia Tere.

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