Diario de León

El baile del ahorcado

Teleñecos

León

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Han contratado a Epi y Blas para explicar a los votantes la razón por la cual deberían votarles a ellos. Es curioso que un partido que involuciona hacia posiciones olvidadas se acuerde de una pareja gay para hacer pedagogía con la Ley D’Hont, pero nadie dijo que la política no sea campo abonado para la paradoja. Pablo Casado considera que Vox debe retirarse para que no triunfen los enemigos de España y a una le queda un sentimiento de melancolía imposible de disimular. Parecía que los nuevos partidos —PP y PSOE también lo cacarean— llegaban para que el país saliera del bucle de la expansión centrífuga, para que fuéramos por fin capaces de albergar esperanzas en el avance hacia la modernidad, un lugar que ya nos queda viejo pero al que aún deberíamos aspirar si queremos que además de ser nos creamos que lo somos. En cualquier país los dos partidos hegemónicos tienen claro que todo vale en la lucha por el poder excepto suicidarse, pero España no ha logrado salir del romanticismo, y pensamos que desaparecer no está del todo mal, que agonizar, anhelar la memoria del légamo que todos llevamos dentro es más atractivo que creer en un lugar que, como el mundo de ultratumba de Chateaubriand, puede compostarse y alumbrar algo que merezca la pena.

En un momento en el que la realidad virtual ha convertido la incertidumbre en el único imperio legal, aquí seguimos tirándonos a la cara formas de hacer política que ya no sirven, tratando de poner fronteras a la capacidad de que el proyecto común progrese, impidiendo que el país abandone la nostalgia y sea capaz de gestionar con eficacia y verdad su pasado para encontrar el camino de vuelta hacia el progreso.

El problema de Sánchez, de Casado, de Rivera, de Iglesias, y ahora de Abascal, es su comunión con la ideología en un momento en el que la civilización ya ha girado hacia un nuevo modelo de pensamiento cuyas fuerzas ya no son izquierda y derecha. La nueva era pide paso para un mundo en el que la dialéctica girará entre los que pilotarán la ingeniería de la civilización y quienes tendrán que conformarse con la paga de ciudadanía.

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