Diario de León
Publicado por
GARCÍA TRAPIELLO
León

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Tiene gracia ver cómo imaginan o proponen soluciones para fijar población rural gentes urbanitas y masterizadas a las que pagan el encargo y conocen el campo por el forro de internet o por cruzarlo cagando mixtos cuando se piran a sus pénjamos o asuetos, soluciones de «corta y pega» que al final acaban casi reducidas a que los lugareños, igual que los indios chiricaguas en su reserva, vistan trapo regional y se pongan a hacer mocasines a toda mecha, o sea, madreñas de abedul (finlandés) y cestos con asa para turistas sin tiempo que quizá lleguen algún día a visitarles con parada, meadita y a seguir ruta topalante.

Nos engañaremos mucho -y nos engañarán más- con lo de resolver la España vacía buscando al desvaciador que la desvacíe y qué buen desvaciador será, pero para que de ahí no salga la gente, para que cese la sangría o el envejecimiento, solo hay un camino: meter dinero, invertir, gastarse las perras de rotondas inútiles y requetepijos fastos urbanos en planes reales, trabajos y jornales, peonadas al canto (¿solo es andaluz ese «favor»?); y lo que no fuera empleo estable será para muchos un complemento temporal a sus negocios o actividades motivando el quedarse.

Octavito dice que hay dos campos en la España rural que requieren trabajos permanentes e intensos que hoy se niegan o racanean vestidos de limosna: el vasto patrimonio natural (desde la silvicultura a la prevención de incendios, de los aprovechamientos comunales a la investigación agraria) y el ingente patrimonio histórico y cultural (artístico, monumental o popular, desde el ruinoso monasterio al palomar, del castillo a la palloza). Ahí cabría mucho empleo fijo; y aún más, temporal.

Pero sobre todo, añade Peláez, cuéntese con el lugareño para que las soluciones no lluevan verticalmente desde despachos lejanos, sino colegiadas horizontalmente. Nadie supo salir mejor de las contrariedades que el hombre de campo aplicando el viejo «intellectus apretatus, discurrit que rabia».

Y Octavito clamó al cielo estatal: ¡solo es ingenio y dinero, idiotas!

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