Diario de León
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GARCÍA TRAPIELLO
León

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Te escribo la presente, mi femimusa Mariché, sin conocer cuáles habrán sido los resultados de la jornada electoral de ayer en la que salieron concejalas, procuradoras y eurodiputadas a porrón para euforizar tu viejo combate y tantas esperanzas. Dime, ¿cuántos pueden decir haber ganado de verdad?, y ahora, ¿cuántos enredos y bailes de cama tendrán que hacer hasta que hunos u otros duerman a gusto? Lo único fácil hoy es imaginar las caras que ya pueblan la actualidad porque todas las elecciones —y más las domésticas— son siempre o comedia de enredo feliz o tragicomedia de final decepcionante; y así, hoy unos ríen y otros lloran; y quien dice unos dice unas, pues esta vez la mujer ha tenido más presencia que nunca en las candidaturas, sorpasándose en algunos casos la paridad que no hace tanto era un lejano desideratum, mujeres especialmente presentes en el medio rural donde el varón mengua porque, haciendo de Boabdil vago, llora como un hombre la Granada que no supo defender como mujer... porque aquí, en el medio rural, es donde mejor puede tomar cuerpo tu lema preferido, Mariché: «el futuro será mujer... o no será»... mujer cazurra, mujer nieta de aquella mujer astur que gobernaba casa, herencia y arado, le llegaba el parir en las tierras, dejaba de arar y se orillaba, paría sola, arropaba a la criatura acomodándola a seguro en un arbusto y volvía al surco, brava ella con su hebra de vilorta retorcida... igual que esa señora Aquilina o señá Rosaura que todo el mundo conoce.

Verás, pues, que hoy es el día más mujer de la historia española en las sillonas públicas... y a este paso llegará un feliz día municipal en el que habrá de celebrarse la solemne fiesta de San Águedo, permitiendo que ese día un varón del pueblo sea por un rato alcaldesa, sí señora, y baile usted con la cofradía de los águedos después de los pinchos de tortilla guisada y salchicha... alegría.

Algunos te dirán que tanta mujer de golpe lleva su cupo de torpes o inexpertas. Tranquila, peor que ellos ya no pueden hacerlo. O sí, este es el país de la perpetua sorpresa y decepción.

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