Diario de León

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

Por muy conocido que fuera por los turistas antes de subirse al avión, lo cierto es que el Empire State de Nueva York arrastraba una mala fama que ponía en peligro su negocio. A las esperas de colas larguísimas, congestión en la zona de ascensores y apretamiento de masas en el piso 86, desde donde la mayoría de la gente contempla la ciudad, se unían unas entradas de unos 35 euros por cabeza. La suma de agobios hacía que un número de foráneos dirigiera la vista a su competidor, el edificio Chrysler, aunque fuera el segundo en altura. Había que darle un nuevo aire, que ha costado unos 150 millones de euros y cuatro años de obras, dirigidas por el arquitecto de origen gallego —sus padres son emigrantes orensanos— Jorge Martínez. Desde el pasado fin de semana ya se pueden visitar las nuevas instalaciones, en la planta 86 y la cabina de diez metros cuadrados de cristal transparente de la 102, la más alta, por la que hay que pagar 20 dólares más. Como aliciente, la posibilidad de mirar hacia abajo, ya que el suelo es de cristal transparente, aunque sólo podrán hacerlo los vacunados contra el vértigo, a los que no les tiemblen las piernas ante 365 metros de alto y de vacío. Y también alrededor, ya que la plataforma permite contemplar todo el perímetro neoyorquino, en 360 grados. A esa altura y con esa variedad de perspectivas, salta a la vista el crecimiento de Nueva York en la última década. Las piñas de rascacielos acristalados no son una marca exclusiva de Manhattan. Se han extendido por Long Island, la ciudad de Jersey, Queens y la orilla del East River en Brooklyn. Es el Gotham ultramoderno, mucho más grande y compleja de lo que pudieron soñar Batman y el Joker.

Semejante expansión inmobiliaria recuerda que la construcción del Empire State fue anunciada en 1929, el año del crac de los mercados financieros, que también llevó aparejada una burbuja inmobiliaria. Se inauguró en 1930 con la mayor parte de las oficinas vacías y el edificio no fue rentable hasta 1950.

Ahora, el ascensor tarda 55 segundos en llegar a la planta 86. Todo está pensado para el turista, es decir, para que no deje de sacar fotos. En la planta baja han situado un perfil frontal de edificio, de seis metros de altura, para apretar la cámara por primera vez y mandarla al mundo a través de las redes sociales, experiencia que alcanzará su cénit cuando en las plantas 86 y 102 cada visitante pueda sacarse su selfi con el enjambre de edificios de Nueva York detrás. El edificio alberga varias exposiciones, una con 72 pantallas que van mostrando los momentos estelares del Empire State. No podía faltar su primera aparición en el cine, en 1931, cuando King Kong, subido a lo más alto del edificio, intenta zafarse de los aviones que le atacan.

tracking