Diario de León

El bibliófilo leonés que cambió todos los monumentos

Jorge Martínez Montero incluirá la figura de Sánchez Pertejo en un libro sobre arquitectura del XIX en León

León

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Fernando Sánchez Pertejo es un personaje tan imprescindible en la historia de León como olvidado. Este arquitecto leonés, alumno aventajado del gran Ventura Rodríguez, trabajó y cambió prácticamente todos los monumentos de la ciudad, desde la Catedral a San Isidoro, el Palacio del Conde Luna, el consistorio de la plaza de San Marcelo, el palacio de los Guzmanes o el puente de San Marcos. En todos dejó su impronta. Sin embargo, apenas es conocido hoy; y, mucho menos, su faceta como bibliófilo. El profesor de Historia el Arte del departamento de Patrimonio Artístico y Documental de la Universidad de León, Jorge Martínez Montero, prepara un libro sobre la arquitectura del siglo XIX en León, con un capítulo especial dedicado a Sánchez Pertejo. Mientras tanto, el 13 de febrero, a las 20.00 horas en la Biblioteca Berrueta, hará una aproximación al arquitecto en la conferencia titulada Fernando Sánchez Pertejo y la arquitectura academicista en León. Martínez Montero acaba de participar en un congreso internacional sobre ‘Los artistas como coleccionistas, desde la Edad Moderna al siglo XIX’, organizado por el Instituto Moll, donde abordó la erudición academicista en la biblioteca de Sánchez Pertejo.

Fue un caso único en muchos aspectos. Cuando fallece en 1840 había reunido 191 volúmenes de 22 áreas temáticas. Algo realmente «excepcional», porque los grandes artistas de la época «como mucho, tenían 50 volúmenes».

Sánchez Pertejo consiguió reunir una fabulosa biblioteca para su época, con 191 volúmenes de 22 temáticas

Pertejo fue un ‘protegido’ de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, creada en León en 1782. Al amparo de Jovellanos, que presidió la primera junta celebrada en León, se apostó por crear una escuela de dibujo que pensionara a los alumnos más brillantes. El primer becado fue Sánchez Pertejo, que ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, una poderosa institución que en el siglo XVIII marcaba las normas de edificación y ejercía un férreo control sobre todas las construcciones del país.

Sánchez Pertejo, un joven criado en el ‘arrabal’ de Renueva, pasa a ser discípulo de uno de los grandes próceres de la arquitectura del momento, Ventura Rodríguez, quien fallece a los pocos meses, tras haber estado en León para hacer el plano del hospital de San Antonio Abad. Pertejo pasa entonces a ser tutelado por el sobrino de Ventura Rodríguez, Manuel Martín Rodríguez, con quien realizará numerosos proyectos en Aragón, Extremadura o Cataluña. Muchos dibujos de aquella etapa se conservan aún en la Academia de San Fernando.

Fuente en Plegarias diseñada por Pertejo.

Pertejo consigue que Carlos IV le expida una ejecutoria-real en la que se le reconoce como heredero de cinco mayorazgos de hidalguía de sangre.>/p>

En febrero de 1784, ya con el título de arquitecto, Sánchez Pertejo regresa a León y consigue que el Cabildo catedralicio le nombre maestro de obras. En el templo gótico realizará numerosas obras, como el nuevo archivo, la sacristía, en la Puerta de la Gomia o el cierre del atrio. Sánchez Pertejo es el primer arquitecto municipal del Ayuntamiento de León, cargo que desempeñará durante más de 30 años. Pertejo será el primero de una saga de arquitectos municipales. El cargo lo ‘heredan’ su hijo, Perfecto Sánchez Ibáñez, y, posteriormente, su nieto, Isidoro Sánchez Puelles. Además, la Academia de San Fernando le nombra ‘arquitecto de provincias’ para supervisar todos los proyectos en León y, también durante un tiempo, en Asturias. El primer trazado de la carretera León-Asturias lleva su firma.

En León abre numerosas calles y propone la expansión de varios barrios e interviene en la reparación y reconstrucción de infinidad de puentes, como el de San Marcos.

Su obra estrella es la capilla de Santa Nonia. El proyecto se lo encarga en 1800 la Orden de los Siervos de Nuestra Señora. Las obras concluyen cinco años después. Se trata de un pequeño edificio de planta inicialmente octogonal. Pertejo hará un segundo proyecto de ampliación en 1811. También diseña la fuente de San Martín, abre la Era del Moro y proyecta los portales del rastro —una de las mejores ferias de ganado del Norte que se celebraba todos los sábados en lo que hoy es la calle de Ramón y Cajal—. Como arquitecto municipal, adoptará numerosas medidas de higiene y salubridad en la ciudad.

Hace testamento dos veces; la última, poco antes de fallecer, en 1840. Lega la casa familiar, ubicada entre las Descalzas y la plaza de Puerta Castillo, a sus cuatro hijos. Pertejo, que había acumulado una fortuna como prestamista, tenía una biblioteca que, según ha contabilizado Martínez Montero, ascendía a 191 volúmenes, 76 de ellos de temática religiosa, también 17 de arquitectura, otros 17 de matemáticas; y el resto, de disciplinas tan dispares como geografía, literatura... Fabulosas ediciones de los siglos XVIII y XIX de autores como Vitruvio, Vignola, Serlio, Palladio, Valzania, Losada, Desgodetz, obras de heráldica de autores como Moya; también referentes en el campo de la pintura, la iconografía y la emblemática de autores como Antón Raphael, Mengs, Parrasio Tebano, Jacobo de Vorágine o Saavedra Fajardo. «De lo mejor de la época», dice el profesor leonés. Títulos en español, en francés y traducciones, obras de autores ilustrados. Una colección tasada en 1.500 reales que acabará diseminada entre sus herederos. Su viuda, Serafina, se queda con 24 volúmenes, un retrato —que nunca ha aparecido— y la medalla que le había concedido al arquitecto leonés la Academia de Bellas Artes en 1787.

Un dato curioso de Sánchez Pertejo es que desmontó la primera fachada —del siglo XVI— del Palacio del Conde Luna. También intervino en los botareles de la Catedral e hizo la propuesta para trasladar el Locus Apellationis —la columna ante la que se celebraban en la Edad Media los juicios de apelación o de alzada— a su lugar actual, en el pórtico principal de la Catedral, entre las puertas de San Juan y del Juicio Final.

Construyó los puentes de Vega de Gordón, de Toral Merayo, de Boeza y reparó los de Pedrosa del Rey y Hospital de Órbigo. En estas infraestructuras tuvo un duro rival, Francisco de Rivas, que pese a no estar titulado en arquitectura, era el favorito del obispo Cuadrillero, y bajo su tutela llevo a cabo edificios como el del antiguo Hospicio.

La fama de Sánchez Pertejo como coleccionista de libros llegó a oídos de Jovellanos, quien le pidió asesoramiento sobre títulos que hoy están en la Biblioteca Pública de Gijón que lleva el nombre del ilustrado.

Jovellanos también le mandó otra misión al arquitecto leonés. Le pidió que visitara la casa de los Cea y comprobara si tenían un retrato de Castañeda, obra probablemente de Velázquez.

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