Diario de León

Palabras para un mundo de leyenda

l El investigador Luis Fernández presenta Toponimia de Rioscuro después de tres años de trabajo

Imagen del autor del libro, Luis Fernández. Abajo, construcción de la vía férrea de Rioscuro y uno de los paisajes de la localidad de Laciana

Imagen del autor del libro, Luis Fernández. Abajo, construcción de la vía férrea de Rioscuro y uno de los paisajes de la localidad de Laciana

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cristina fanjul

En el libro Lost in translation, Ella Frances Sanders recoge un compendio de palabras intraducibles de todas las partes del mundo, palabras que sólo existen en un idioma porque las lenguas son el reflejo de una cultura y un modo de entender la vida. Destaca la autora que el lenguaje nos une como humanos a través de sus significados, tentándonos a cruzar fronteras y ayudándonos a comprender las preguntas terriblemente difíciles que la vida, implacable, nos arroja. Por eso, en japonés hay un palabra para definir la luz que se filtra a través de los árboles (komorebi), en sueco usan mangata para definir el reflejo de la luna como un camino en el agua, los malayos nombran el tiempo que tardas en comerte un plátano y lo llaman pisanzapra y en innuit iktsuarpok se pronuncia para el acto de salir continuamente para comprobar si alguien a quien esperamos está llegando.

La riqueza léxica es un tesoro que nos hace más humanos, más complejos y, por lo tanto, dioses, en el sentido de que podemos atrapar el mundo en un pensamiento. La toponimia, tan olvidada, es una de las maneras de conocer y reivindicar los usos de modos de vida perdidos. Luis Fernández acaba de presentar la obra Toponimia de Rioscuro, después de una labor de investigación que, tras tres años de trabajo, le ha permitido recopilar alrededor de tres centenares de palabras que estaban a punto de perderse. «Para ello lo primero que hice fue preparar un listado de nombres; algunos que ya conocía, otros los busqué en el catastro, otros me los dijo gente del pueblo (Lina, Pepe y Gelo Castañón, el Meringo, Evaristo, Carlos). Y así hasta completar unos 250 nombres», detalla este estudioso del valle de Laciana que es autor además de la obra Plantas silvestres de Laciana y uno de los mejores conocedores del valle.

Destaca que en cada un de los lugares descubiertos realizó una pequeña descripción en la que señalaba con quién limita o tipo de vegetación al tiempo que explica que algunos de los nombres tuvo que extraerlos de la traducción del patsuezo. «También confeccioné un mapa con todos estos nombres, yendo a los lugares para marcarlos con GPS para poder ubicarlos en el sitio correcto. Así fui confeccionando el libro; agregando fotografías, cosas del pueblo y algún documento antiguo», subraya.

El director de la colección, Nacho Prieto, defiende que la recogida de toponimia puede considerarse en Laciana apremiante. Inexorablemente, va desapareciendo la generación de naturales que participaron de las formas de uso del territorio tradicionales. Es así que la minuciosidad con que se nombraban los lugares de un paisaje caracterizado por su diversidad —pagos de cultivo, veredas para el ganado, presas, cumbres, etcétera— pierde poco a poco su sentido. A esta dinámica de pérdida instalada en todo nuestro medio rural se suma aquí la caída en desuso progresivo del patsuezu y la consecuente castellanización de los topónimos.

Para ponerle remedio se puso en marcha el concurso Concha de Lama y gracias a él se ha creado un corpus toponímico con ciertas especificidades, como la vinculación de los topónimos a su referente geográfico mediante su localización en cartografía a gran escala y la descripción de los mismos en relación a los componentes naturales y humanos del entorno: relieve, clima, vegetación, usos del suelo o tradiciones… Para realizar el trabajo, Luis Fernández buscó en el catastro histórico todos los parajes de Rioscuro y los fue colocando en un mapa actual de la localidad. El proceso se combinó con la inmersión antropológica gracias a la cual logró ir casando nombres con lugares mediante entrevistas con gente del pueblo. La tecnología de google Earth le ayudó también a colocar los nombres con la topografía de la actualidad hasta completar un puzzle con el que recupera las voces de una tierra de leyenda para la provincia.

Aún así, hay palabras que no ha conseguido descifrar en la geografía del lugar. Es el caso de nuroquina o raveiro, que continúan ignotas para los especialistas y que ni siquiera los más antiguos de la comarca han sido capaces de ‘traducir’- Sin embargo, hay otras que sí han sido trasladadas a la geografía. Es el caso de fervienzas, nombre con el que se designa el final de unos prados donde baja el río, ya que con este nombre se referían al agua que se agitaba en los torrentes. «Hay medio centenar de palabras cuyo significado no hemos logrado identificar, pero en conjunto creo que hemos desarrollado una tarea muy valiosa para que la gente no se olvide de palabras y lugares que conviene no perder», destaca Fernández. Uno de los ejemplos es la voz fuxiacales, que se refiere a una zona de uso agrario (pastos y especies mezcladas de abedul, serbal, piorno, retama negra, etc.), ubicados en el paraje denominado Braña Murias. Limitan al norte con Los Muxiones, sur con Las Machadinas y al este con La Canal. Una fuxaquina, es un hoyo u hondonada (fuxaca, fuxiaca, fuchaquina, derivado de fuexo). Y es que este tipo de palabras resultan imprescindibles para descubrir propiedades que en la actualidad ya no aparecen con los nombres del catastro histórico y de las herencias antiguas, con lo que para los propietarios es complicado averiguar dónde se encuentran.

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