Diario de León

«Putin se autoengaña, como la mayoría de los criminales»

juan martínez espinosa

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miguel lorenci

Putin se autoengaña, como hace la mayoría de los criminales». Lo asegura risueña, sin alzar la voz ni la mirada, Paula Hawkins (Harare, 1972), la escritora británica que se consagró con La chica del tren y que publica Punto ciego (Planeta). Es un thriller de encargo en torno a la amistad, la mentira, el amor y la violencia de género que aborda un tema clásico de la novela negra, la posibilidad del crimen perfecto. Algo «factible» a juicio de la escritora. «Supongo que el crimen perfecto existe, desde el momento en el que asumimos que hay crímenes sin castigo», dice Hawkins, para quien el perdón «está por encima de la revancha y de la venganza».

Protagonizan ‘Punto ciego’ tres amigos inseparables desde la infancia: Edie, Ryan y Jake, que será asesinado de forma brutal dando pie a una trama plena de giros y tensión que quiere trasladar al lector la «claustrofobia» del confinamiento, período en el que Hawkins escribió la novela.

«Siempre intento meterme en la mente de un criminal. Es uno de los puntos más interesantes de mi trabajo», dice la escritora, experiodista y reina del ‘domestic noir’ —género en el que el crimen se cuece en casa y con personajes femeninos—, y para quien «todos somos criminales potenciales bajo determinadas circunstancias». «No me interesa la investigación policial o forense; quiero saber por qué ciertas personas cometen ciertos actos», dice.

«Me interesa la gente corriente con vidas fracturadas y distorsionadas», advierte Hawkins, que se mueve de nuevo en esa «más que quebradiza» línea entre el amor y el odio y con unos personajes al borde de la desesperación. Los sitúa en una solitaria casa en un acantilado de Escocia repleta de ventanales y en la que es posible ver lo que ocurre desde fuera. La autora de La chica del tren no se ha detenido a pensar en los 40 millones de lectores cosechados con sus novelas anteriores. «Cuando escribes de crímenes el lector espera la resolución y casi siempre el castigo. Pero no puedes detenerte a pensar en qué querrían tus lectores. Lo único que debes hacer es ser fiel a la historia que tienes entre manos», dice.

«Nunca conocemos a quienes creemos conocer. Todos tenemos secretos. Todo tenemos miedos que no podemos confiar a los demás. Cuando creemos que conocemos a alguien, nunca será plenamente», asegura. Como acostumbra a hacer, Hawkins sitúa a los protagonistas en una situación extrema «que es cuando puedes ver cómo alguien actúa». Sabe que eso provoca que sus personajes «muchas veces caigan mal y sean un poco detestables». «Es difícil empatizar con mis personajes, no es fácil apreciarlos. Como hijos míos que son, los tildaría más bien de complejos, aunque esta vez, hasta yo creo que alguno se pasa de complicado. Pero la historia así lo requería», se justifica Hawkins, que admite haber creado en esta novela a su personaje «más oscuro»: Edie. Narradores no fiables La mentira es asunto primordial de un relato que deja muy claro que «quien miente, se miente a sí mismo». Y uno de los grandes mentirosos de estos tiempos convulsos es Vladímir Putin. «Se autoengaña y nos engaña, como muchos políticos, que se convencen a sí mismos de hacer lo correcto, y como hace la mayoría de los criminales», asegura.

«El autoengaño es algo natural. Todos somos narradores no fiables de nuestras historias. Todos escondemos algo y olvidamos lo que hemos hecho en realidad para reescribir nuestra historia», plantea.

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