Diario de León

La voluntaria más feliz

Lola Redondo, de 86 años, asegura que ayudar en el comedor social le da vida

Lola Redondo, de 86 años, es una de las voluntarias más veteranas del comedor social de Asleca en León. FERNANDO OTERO

Lola Redondo, de 86 años, es una de las voluntarias más veteranas del comedor social de Asleca en León. FERNANDO OTERO

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León

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ana gaitero

LEÓN

Lola Redondo es una de las voluntarias más veteranas del comedor de la Asociación Leonesa de Caridad (Asleca) y una de las que más dedicación tiene. «Empecé cuando tuve tiempo, que, como les pasa a muchas mujeres, fue cuando me quedé viuda», señala.

Fue hace más de dos décadas. Tenía grabado el recuerdo de «la fila interminable pobres que iban con una lata a que les dieran un caldo las monjas». Eran «pobres de verdad, harapientos; ahora hay muchas personas con problemas de drogas o mentales». «Me enteré de que había gente que venía a ayudar, yo tenía tiempo y me fui a ofrecer», explica.

Pero no solo se trata de tiempo. Lola cree que para ser voluntaria hay que tener «un poco de vocación porque, como yo digo a las amigas que me dicen que quieren venir: lo importante es el día y la hora». En una palabra, el compromiso con ese tiempo. «A mí siempre me ha gustado darme a los demás». Y tanto que cuando un día Loli Santos, entonces trabajadora social en Cáritas, la vio en el comedor la fichó como voluntaria para la entidad vecina. «Estuve en la centralita, en el programa de acogida a internos del centro penitenciario, en acogida y ahora en el economato», explica.

Su mayor dedicación está en el comedor social, donde friega, sirve y recoge las mesas los lunes por la mañana por la tarde atiende la salita, el café, la ducha y las cenas. «Los martes voy si hace falta gente, por la mañana, y por la tarde a Cáritas». Los miércoles va al comedor y a la salita por las mañanas. Los jueves está disponible y luego hace el viernes por la tarde, el sábado y el domingo, días en los que, con otra voluntaria, prepara los bocadillos que se dan a la hora de comer para la cena.

«Soy la voluntaria más feliz. Esta es mi segunda familia», afirma. Por lo que hace y porque su nieto mayor, Daniel, siguió sus pasos cuando tenía 17 años y no lo ha dejado hasta ahora «porque ha tenido un niño y ya no puede». «Estoy satisfecha porque he dado ejemplo a mi nieto y a los demás también, porque la solidaridad se contagia», apostilla.

Lola está convencida de la vitalidad que tiene a sus 86 años tiene mucho que ver con su dedicación a los demás. «A mis nietos les digo que estoy así porque estoy cerca de vosotros, que sois gente gente. Pero ir al voluntariado da vida», recalca. «A mi edad lo tengo todo visto. Ya no viajo mucho. Me gusta la tranquilidad», apostilla Lola. Algunas amigas envidian lo bien que está y le dicen: «Claro, como te metiste ahí...». Ella les responde que está de voluntaria desde hace mucho tiempo. «Es lo que me gustó; a otras les gustó más jugar a la baraja».

En este tiempo ha visto cambiar los rostros de la pobreza y también las mejoras que se han introducido en el comedor. «He mejorado la maquinaria, ahora tenemos mostradores calientes gracias a las aportaciones que ha hecho la Fundación Cepa», subraya.

También destaca la capacidad del presidente, Félix Herrero, para hacer visible este servicio que Asleca presta a la sociedad leonesa desde 1906, hace ya 116 años en el edificio histórico de Puerta Obispo.

Sobre los usuarios señala la gratitud que reciben de ellos. «Necesitan cercanía. Los menos agradecidos son los menos y lo que sí vemos es que cada vez hay más personas con problemas de salud mental».

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