Diario de León

«Todos los dioses deberían palmar»

Hernán Migoya en una fiesta rave en Lima con su novia, Artemiza

Hernán Migoya en una fiesta rave en Lima con su novia, Artemiza

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León

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cristina fanjul

Hernán Migoya regresa veinte años después con el proyecto que inició con Todas putas, la obra satírica que le convirtió en el juguete de vudú de la intelectaulidad biempensante. Putas os quiero es la demostración de que las hogueras están prendidas para todos, de que nadie está libre de convertirse en bruja o en Calvino, pero, sobre todo, de que la literatura debe ser, para serlo, un espacio para la libertad absoluta. Ahora, que cada uno piense de qué lado del fuego prefiere estar...

—¿Estamos peor que hace 20 años cuando te quisieron guillotinar por Todas putas?

—Paradójicamente yo creo que no. O sea, no en lo creativo, al menos. En la actualidad veo y leo cosas muy salvajes, sanamente salvajes, sin cortapisas. Y hay mucho del progresismo woke que yo sí valoro, como el acceso a la representación ficcional de una mayor diversidad étnica, sexual y social. Yo sí quiero ver a una Sirenita negra. Y si es bisexual (o si en su caso se lo monta con atunes), mejor. Por otro lado, en el cine o las series televisivas de terror, por poner un ejemplo, se ven bestialidades que hace veinte años no se veían. Y la gente joven tiene mayor y más libre acceso a la cultura que nosotros tuvimos. ¿Qué es lo peor de hoy? La muralla de silencio que los medios imponen a los autores que vamos por libre. Cuando algo molesta, se silencia, no existe públicamente. Pero a mí me han marginado hoy igual que hace veinte años, mi camino ha sido siempre solitario. Ahora he vuelto a mi autoexilio peruano: mi madre murió hace cinco meses y poco después viajé con mi hermano a su pueblo leonés, Posada de Valdeón, para soltar sus cenizas allí, en el mirador. Fue un acto muy emotivo y seguramente ilegal: pero en el sector de la cultura española he visto cometer tantos delitos dentro del marco de la legalidad, que ya no me turba mi falta.

—¿Por qué los reaccionarios de izquierdas se creen menos reaccionarios?

—Ja ja ja, ¡porque creen tener la razón moral! Como los curas, en el fondo son muy parecidos. Ambos te exigen fe ciega y militancia incondicional: no pienses, porque si piensas por ti mismo eres un traidor que no se compromete a la «causa»… Todos los equidistantes —los que aspiramos a pensar con distancia— somos para ellos de derechas y ser de derechas lo conciben como una mancha sin redención posible, equivalente a la del pecado original: exigen que te entregues sin cuestionamiento alguno a ese falso amor a los pobres o a esa abstracta comunión con el «pueblo» que predican, en muchos casos con la misma doble moral que los curas que tanto odian.

—Antes sólo estaba Rosa Regás y Millás o parte del grupo Prisa para hacer de Savonarola en España, pero ahora los tenemos a derecha e izquierda. ¿Quién te gustaría que quemara hoy Putas os quiero?

—Bueno, antes estaban los mismos que ahora: una caterva de pijos diciendo que son progresistas, probablemente para absolver su mala conciencia por haber tenido una familia privilegiada franquista. Que la hija de Almudena Grandes sea falangista no es casualidad. O, simplemente, se declaran de izquierdas para disfrazar mejor sus desmanes de señoritos.Hoy nadie va a quemar ‘Putas os quiero’ porque les sale más a cuenta ignorarlo. Pero puestos a elegir, me encantaría que lo quemara Jorge Javier Vázquez por su parodia en mi cuento ‘Sálvate’ o esos conservadores puritanos que has mencionado. O mejor aún: que Lucía Etxebarría acuerde conmigo una pelea de mentirijillas en los medios, un montaje como los de la telebasura española. Un Pimpinela entre ambos nos devolvería a los dos al «candelabro».

—Los periodistas estamos en la diana no sólo de políticos y otros periodistas sino también de la gente común. Las redes sociales han creado tantos ‘piagnolli’ como vacas hay en León. Que sepas que hay más vacas que personas. 

—Todos estamos en la diana, pero la presión de lo irracional ha bajado un poco. Hace cinco años yo no me hubiera atrevido a publicar ‘Putas os quiero’, me hubieran matado en las redes al menor chascarrillo. Ahora la gente se ha hartado de tanto fanatismo y ha vuelto el sentido del humor. ¡Por fin! Yo me siento muy cómodo, la verdad. ¿Que no me quiere entrevistar Carles Francino ni Julia Otero porque en la actualidad representan el establishment biempensante? Peor para ellos. Yo tampoco me muero por conocerlos.

— ¿Por qué razón crees que hay gente que piensa que el humor es peligroso?

—Porque es peligroso. El humor es un enfoque desmitificador de cualquier asunto serio, desarma desde los credos religiosos a los políticos. Y en España la política es claramente un credo. La gente aún mantiene viva a Franco y mantenerlo vivo les interesa tanto a los cuatro descerebrados que aún lo adoran como a los cuatro listillos que le sacan partido a propagar la idea de que España es fascista. Vox fue creado cuando yo ya vivía en el Perú y al enterarme (tarde) de su existencia, pensé: «Mira, Vox es el mejor favor que les podrían haber hecho a los nacionalistas catalanes y vascos. Ya tienen su guerra justificada para veinte años más». Entre nacionalistas se entienden. Unos y otros son el cáncer de la Humanidad, el abono para todas las guerras inminentes.

—Dios se carcajea de nosotros cada día. ¿Puede uno reirse de cualquier cosa?

—Sí, especialmente de Dios. Y de Alá, claro. Aquí todos los dioses deberían palmar. El humor te hace ver las cosas desde fuera, te obliga a pensar. Te hace comprender que casi todas nuestras creencias son mentiras. Mentiras inofensivas si sólo existen para que se nos haga más soportable la vida, pero que son el instrumento del mal si las imponemos en los demás. Así que es importantísimo que nos podamos reír de absolutamente todo. Sinceramente, yo creo que quien se carcajea al oír a los bandos políticos españoles no es Dios, sino el Diablo. Y yo con él: por no llorar.

—Acaba de morir Martin Amis, que también pensaba que el humor no podía tener barreras. ¿En qué momento se decidió que la risa era sólo para los ricos?

—Bueno, los pijos pueden reír de cualquier cosa porque no les supone ningún perjuicio. Los de clase obrera tenemos que callar, porque tenemos mucho más que perder. Y claro, callamos tanto que luego se nos sale el cabreo por todos lados. Creo que deberíamos aprender a disfrutar la vida sin estar pendiente de lo que llaman la «realidad». También creo que de todos modos los españoles saben reír: la birra en las terrazas no es sólo para «arreglar el país», sino también para celebrar la vida y la amistad. Eso y nuestro sano respeto a la libertad y diversidad sexual de las personas son lo mejor que la sociedad española aporta hoy al mundo. Pero el puritanismo USA nos está haciendo mucho daño a través del ocio y las películas Marvel.

—¿Qué es peor la aristocracia del dinero o la de la ‘inteligencia’?

—La peor es la aristocracia en sí: cuando yo denuncié en la prensa una estafa de 700 mil euros en el cine español, Álex de la Iglesia se apresuró a aconsejarme «como amigo» que me callara la boca para no perjudicar a la «profesión», pero la derecha con su elitismo me machacó igual: durante una entrevista radiofónica, Luis Herrero se rio de mí porque le resultaba inconcebible que yo hubiera aceptado dirigir por sólo seis mil euros la película que más tarde descubrí que encubría esa estafa. Y a partir de ese dato me trató como a un mequetrefe sin credibilidad. ¡Son tan pijos que creen imposible que haya personas que estamos obligadas a trabajar por lo mínimo!

— ¿Cuánto más seria es una ideología es más peligrosa?

—Todas las ideologías son serias, ¿no? Lo que hace peligrosa una ideología es su carga inherente de romanticismo: los nazis, los comunistas y la ultraderecha son grandes románticos. Hitler es el mayor romántico del siglo XX: un tío feo que quería un mundo repleto de Barbies y Kens. Y el ideal romántico te hace pasar por encima de tu conciencia: matarás a quien haga falta para imponer ese ideal. Por eso la práctica del romanticismo debería limitarse a la ficción. En todos los demás campos de la vida, desde el sentimental al político, el romanticismo es para la Humanidad el concepto más nocivo que existe.

— En el primer capítulo hablas de una gran comunicador y en el último de muchos más. ¿Es España un país de hipócritas y gilipollas?

—España es un país con bastantes hipócritas de alma profundamente católica, tanto en la derecha como en la izquierda, que les hace llevar una doble vida y ejercer pensamientos inquisitoriales; y con demasiados gilipollas que usan el fútbol para exhibir su animalidad y berrear, como cuando sacas al perro. Vivimos la época dorada de acceso a la cultura y nuestras maravillosas bibliotecas, lo mejor que ha dado la política social española, están semivacías.

—¿Qué has aprendido en estos 20 años? ¿Qué harías ahora si te pasara lo mismo que no te atreviste a hacer entonces?

—Nada, no haría nada. Porque no sería capaz. Yo no sería capaz de sobrellevar un personaje público para enfrentar la fama, calculando cada día lo que debo decir o no. Acabaría muerto de asco de mí mismo. En 20 años he aprendido que este era mi único camino posible.

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