Diario de León
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León

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Desde hace unos años cuando llega el mes de junio hago repaso de lo que ha cambiado mi vida en los últimos años, de cómo ha sido mi año. Eso que otras personas hacen en diciembre, yo lo hago en junio porque es el mes que me cambió la vida para siempre, y este año, una de las cosas de las que me he dado cuenta es que soy capaz de decir «Sí, ¡me quiero!».

Los seres humanos nos diferenciamos de otros seres vivos por nuestra capacidad de establecer y desarrollar nuestra propia identidad, además de ser capaces de valorarla. Sin embargo, es mucho más habitual de lo que puede parecer, que esta valoración sobre nosotros mismos y nuestra propia identidad esté desvirtuada y nos genere verdaderos y serios problemas psicológicos y de adaptación. Y cuando hablo de la capacidad de valorarnos me estoy refiriendo a un concepto del que seguro has escuchado hablar, y mucho más en los últimos tiempos, que es la autoestima.

Quizás te sorprenda, o no, si te digo que según la Organización Mundial de la Salud una de cada cuatro personas sufre problemas psicológicos como ansiedad, depresión, bajo rendimiento escolar y laboral asociados a una baja autoestima, y que, además, el 88% de esa proporción corresponde a mujeres.

Y es que cuando se trata de querernos y valorarnos a nosotros mismos el juicio se nos nubla y nos resulta mucho más sencillo sentir que no somos suficientes, que somos un fraude, que no estamos a la altura, sentir miedo, culpa, vergüenza por el qué dirán, que sentirnos personas capaces, válidas, con nuestras fortalezas y con gran capacidad de adaptarnos al cambio y conseguir metas y objetivos. Y podemos observar que la situación se ha complicado mucho si cabe, en los últimos años debido al aumento de la avalancha de información, o más bien desinformación o falsa información, que recibimos a través de internet en general, y las redes sociales en particular, que fomentan la comparación con una vida que en una gran mayoría de los casos es falsa, ficticia o una verdad a medias.

Después de muchos estudios sabemos que la adolescencia es una etapa clave en el desarrollo de una autoestima fuerte y consolidada que permita forjar los cimientos de una identidad que nos prepara como adultos del futuro, etapa que coincide con la de mayor consumo de redes sociales. En esta etapa las relaciones interpersonales y el sentirse aceptado se convierten en esenciales para desarrollar una buena autoestima.

A diario, los especialistas que trabajamos en el mundo del desarrollo personal y la terapia podemos ver en consulta adolescentes y adultos cuyos problemas de adaptación a situaciones de la vida cotidiana como el trabajo, los estudios, las relaciones de pareja se deben a una muy baja autoestima.

Si echamos la vista atrás ¿cuántos de nosotros fuimos adolescentes tímidos cuya timidez nos impedía disfrutar de las noches de fiesta con amigos, de exposiciones y formaciones públicas en la universidad, e incluso reuniones de trabajo?

Quizás algunos de los que ahora leéis estas líneas os encontráis en esta situación o seguro que conocéis a alguien que en su día a día lucha contra esa baja autoestima. Sin embargo, para todos tengo un grito de esperanza: La buena noticia es que la Autoestima y la propia valoración sobre uno mismo se trabaja, se mejora y nos puede convertir en personas empoderadas y orgullosas de quienes somos.

Y no se trata de que ahora todos vayamos por la vida como si fuéramos inmejorables, los mejores, perfectos, si no que sepamos reconocer nuestras virtudes, fortaleza y también, por supuesto, nuestras debilidades, a la vez que sepamos ser realistas con nosotros mismos, con nuestras limitaciones, no compararnos con nadie y proponernos metas y objetivos para mejorar aquello que no nos guste de nosotros mismos. Y en eso consiste, para mí, mejorar nuestra autoestima, en ser capaces de identificar aquello que no nos gusta de nosotros mismos, de una manera consciente, y enfocarnos y ser personas disciplinadas, o mejor aún, trabajar en aquello que queremos cambiar. Poner nuestras virtudes y fortalezas a nuestro propio servicio para reducir aquello que no nos gusta, porque todas las personas somos capaces de ponernos a trabajar para nosotros mismos, enfocarnos en mejorar aquello que no nos gusta y convertirnos en esa persona que nos haga sentirnos bien.

Por eso la próxima vez que sientas que algo no te gusta, que te encuentres comparándote con otros o creas que de algo no eres merecedor, ponte frente al espejo y di lo que yo me digo: «Sí, ¡me quiero! y voy a convertirme en la persona que deseo».

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