Diario de León

«El Bierzo debería tener una escuela de pastores»

Ovidio García, en el puesto en el que vende los productos que él y su mujer hacen. DL

Ovidio García, en el puesto en el que vende los productos que él y su mujer hacen. DL

Ponferrada

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Fachico, Rechique y Bisbis son tres formas diferentes de llamar al mismo pájaro en tres pueblos que están al lado: Matalavilla, Valseco y Salentinos. Tres palabras que son solo un ejemplo de la variedad lingüística de esta zona del Bierzo que está próxima a Laciana y nada lejos de Asturias. El patsuezu todavía marca el habla de quienes habitan aquí, aunque mucho se ha perdido con las nuevas generaciones. Evitar que esta tradición lingüística muera es, precisamente, uno de los fines a los que dedica sus días, desde hace años, Ovidio García.

‘Toponimia de Matalavilla’ es la publicación todavía no editada que le ha hecho ganador del Concurso de Recogida de Toponimia Concha de Lama, que convoca el Club Xeitu. Un premio a un trabajo de años que Ovidio realizó mientras tuvo que cuidar de su padre. Él fue la fuente principal de las palabras y cuando faltó, otros vecinos del pueblo con edad suficiente para contar la historia sumaron sus experiencias. Así ha juntado Ovidio cerca de medio centenar de topónimos, entre los que están los nombres de hasta 82 manantiales que salieron en Matalavilla, animales, plantas, parajes o tseras y árboles. Curiosamente, estos últimos son todos en femenino. En este pueblo del Alto Sil, se dice la manzanal, la peral, la nogal o la castañal.

Ovidio García es, sobre todo, un paladín de las tradiciones y no solo con la manera de hablar. Ha sabido mantener el juego de los bolos y ha recuperado la foguera de San Pedro de Matalavilla y varias tradiciones religiosas, como caridades y rosarios. Hace cestos y talla madera, cuida una huerta, en una braña de altura, que le ha dado, este año, 300 kilos de arándanos de los que ha logrado sacar 3.000 euros.

«Mira si se puede sacar rendimiento al campo. Lo que hay que hacer es atenderlo e ir ganando experiencia», dice un hombre ya jubilado que se ha dedicado a de todo. Primero, fue minero cinco años en el pozo Calderón de Villablino, pero esa vida no le gustaba. Después, hizo cursos de restauración paisajística y trabajó en la conservación del oso pardo y educación ambiental, hasta acabar evaluando el impacto ambiental de parques eólicos.

«Yo he sido siempre conservacionista, observador del monte y de la naturaleza. Y entre otras cosas he visto como la hiedra y la clemátide se están apoderando del bosque y lo están atrofiando al haber ausencia de cabras», relata, defendiendo la necesidad de recuperar la esencia de ese Bierzo anterior a la minería. Se puede, asegura, pero haría falta cambiar cosas.

«Los pocos jóvenes que quieren volver deberían ser ayudados y no estoy hablando de subvenciones. Los trámites burocráticos, la inexperiencia, la atención veterinaria... Todo eso termina en fracaso. Debería haber una escuela de pastores y un servicio administrativo que les ayudara a llevar la tramitación, porque es insoportable, y también atención veterinaria para que ellos solo tengan que ocuparse de cuidar al ganado. Así conservaríamos limpio el monte y favoreceríamos a especies como el urogallo», defiende Ovidio García.

En Matalavilla, que pertenece al municipio de Palacios del Sil, llegaron a vivir más de 400 personas. Ahora, son 30 en invierno. Volver a la agricultura y la ganadería y el turismo son, hoy en día, las posibles vías de desarrollo para recuperar población. Él mismo está arreglando la casa de su abuela con la idea de convertirla en un alojamiento de turismo rural y tiene una cabaña en la braña que se puede destinar al mismo fin. A la zona le sobran atributos para recibir a los turistas. «A la poca gente que todavía llega le encanta. El bosque mixto es muy escaso y aquí lo hay. La variedad y el jugo que tiene el otoño en nuestra zona es único y hay que aprovecharlo», asegura.

«Donde quedan urogallos y osos es aquí y eso algo querrá decir», insiste Ovidio, que afirma haber recogido «muchos pájaros muertos de debajo de los molinos» de viento. Desde luego, no es contrario a las renovables, pero no «donde el impacto se alto». «La Campona no es el lugar», dice, refiriéndose a uno de los espacios naturales de más valor del municipio de Páramo del Sil, por donde alguien había previsto pasar las líneas de evacuación de un parque eólico levantado en el Bierzo Alto.

Lo próximo que hará Ovidio es aprender a realizar nasas de pesca. «Si viviera en la ciudad, pasaría el día en los parques», dice; pero no le hace falta hacerlo, porque tiene la suerte de poder estar en el lugar al que pertenece.

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