Diario de León
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León

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alfonso garcía

Conocedor de mundos a través de sus viajes y corresponsalías, suele definirse al gallego Julio Camba (Villanueva de Arosa, 1884-Madrid, 1962) como periodista, escritor y humorista. Escritor viajero, pero con un enfoque muy personal, como «el paseante despreocupado, que disfruta con el vagabundeo callejero en busca de la sorpresa, de lo no previsto», según escribe en la Introducción Francisco Fuster, responsable de la edición y gran conocedor de Camba. De cualquier forma, es considerado como uno de los grandes escritores españoles del siglo XX.

En este volumen se reúnen todas las crónicas de viaje que el propio Camba publicó como libro. Seis títulos en los que recoge sus mejores artículos y recorre las principales capitales del mundo para hacer un divertido ejercicio en el que confronta lo español con la lengua, los tipos o costumbres de las ciudades que visita: Playas, ciudades y montañas (1916): artículos sobre Galicia, París y Suiza; Londres (1916); Alemania (1916): Un año en el otro mundo (1917): artículos sobre su primer viaje a Nueva York; Aventuras de una peseta (1923): artículos sobre Alemania, Reino Unido, Italia y Portugal; y La ciudad automática (1932): artículos sobre su segundo viaje a Nueva York. Todos ellos nos hacen testigos de una época a la par que revelan la evolución de un escritor que se va curtiendo en diversas cabeceras (La Tribuna, El Mundo, El Sol o ABC), que pasa la vida viajando por el extranjero para conocerse a sí mismo y que se manifiesta como uno de los mejores corresponsables de prensa que ha dado el siglo XX. Páginas que llevan al lector de lo irónico a lo poético cuando se adentra en tierras portuguesas, de la sonrisa a la congoja al retratar la imparable xenofobia de la Alemania previa al estallido de la I Guerra Mundial y le regalan, en La ciudad automática, uno de los mejores libros sobre la Nueva York del 29 desde la perspectiva del viajero europeo que descubre la gran metrópoli.

Con palabras de Rafael Alarcón citadas en la Introducción, las crónicas de Camba son «un ejercicio de sobreescritura, puesto que interpretan la información, narran sucesos a la vez que juzgan lo narrado y, por ende, en muchas ocasiones, estos ya han aparecido previamente en la prensa, de forma que ahora un comentario singular les confiere un significado revelador que antes no tenía».

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