LA ESENCIA DE JIMÉNEZ DE JAMUZ
El torno del Alfar Museo volverá a girar tras dos años
La alcaldesa de Santa Elena de Jamuz asegura que reabrirá en marzo el centro, tras unas obras fallidas pero con nuevos aires

Una imagen de archivo del Alfar Museo con las manos del alfarero sobre un cacharro que sale del torno. marciano pérez
El Alfar Museo de Jiménez de Jamuz no pudo celebrar sus 30 años como merece el que fue centro pionero de los pequeños museos rurales de León. Unas obras malditas que no se han llegado a realizar mantienen este referente del barro cerrado desde junio de 2023.
La alcaldesa de Santa Elena de Jamuz, la socialista Carolina Castro, asegura que reabrirá en marzo de forma puntual y, a partir del verano, retomará su ritmo habitual con el retorno del maestro alfarero o la contratación del servicio con otra persona que sepa trabajar el barro.
Querían reformar la entrada del Alfar Museo y sustituir la zona donde ahora hay una vitrina con el abanico de cacharros de barro de la tradición alfarera jiminiega por una sala para poder realizar actividades culturales de forma paralela al funcionamiento de este museo vivo.
«Tuvimos la suerte de recibir una ayuda de 125.000 euros del Instituto Leonés de Cultura», explica la alcaldesa. Una cantidad excepcional dentro del programa R3 que querían aprovechar al máximo. Sin embargo, al licitar la obra no hubo empresas que presentaran oferta para hacerla.
«Al final, una empresa se hizo cargo, pero empezaron por pedirnos más dinero y nos negamos», explica Castro. Eran 12.000 euros más que el equipo de Gobierno no estaba dispuesto a pagar porque «consideramos que ya estaba bien pagada la obra». Así que se paró el procedimiento.
La obra se volvió a retomar con el asesoramiento de la arquitecta del ILC, pero la única empresa que se presentó «no estaba capacitada para poder hacer la obra», apostilla la alcaldesa. Finalmente y, tras la negativa del ILC a conceder una nueva prórroga para la subvención, desisten de la obra.
«En marzo se va a abrir de forma esporádica en días alternos», asegura Carolina Castro. La entrada se reacondicionará sin la obra prevista para poder colocar una pantalla y sillas y habilitar el espacio cultural sin la obra que habían proyectado.
«No era una obra muy necesaria, pero era una mejora bastante considerable», alega la regidora, cuyo objetivo es que el Alfar Museo ofrezca más alicientes para su visita y disfrute como museo vivo. «La obra ha salido mal, pero espero poder cambiarlo», admite.
La reapertura definitiva de cara al verano está condicionada a la excedencia del maestro alfarero, que solicitó por dos años en junio de 2023 ante las inminentes obras. Antes, coincidiendo «con la feria de mayo, queremos que esté todos los días abierto y hacer turnos con los niños», con la colaboración de las personas que saben de alfarería.
El trabajo en el torno para modelar los cacharros es una de las fases de producción más llamativas, pero tan importante o más es saber «manejar el barro y levantarlo», apunta la alcaldesa. Arrojar el horno para cocer los cacharros, dar el baño vidriado o pintar las grecas son otras de las tareas del museo vivo.
El Alfar Museo se abrió al público en 1994. «El Alfar Museo es de las cosas que me siento más orgullosa y feliz», decía Concha Casado en este periódico en 2010. La filóloga del CSIC, que dedicó su jubilación a incentivar la las artesanías y la cultura popular rural, amaba esta obra por mantener viva de la tradición jiminiega con el barro.
El Alfar Museo conserva el único horno árabe de los 106 que llegó a haber en Jiménez de Jamuz y un hacer fiel a la tradición que aposentó Martín Cordero con su sabiduría y ha mantenido Jaime Argüello, hasta hace casi dos años, siguiendo las enseñanzas del maestro alfarero. «Soy como un cacharro, yo surgí de aquí», confesaba hace casi tres lustros el joven ‘heredero’ del alfar.
Con unas 4.000 visitas al año, este museo vivo es santo y seña de la identidad jiminiega. Su cierre durante tantos meses ha eclipsado el papel del barro en el pueblo, aunque se mantienen vivos varios alfares y media docena de alfareros, y también dos alfareras que han roto con la tradición del torno como cosa de hombres desde que María Teresa García, la primera y pionera, desafió la costumbre machista en el oficio, hace ya 40 años.
En Jiménez de Jamuz llegó a haber 600 alfareros en los tiempos en que sus cacharros eran el menaje del hogar en todo su amplio abanico, desde cazuelas, platos, jarras, botijos y cántaros hasta barriles, barreñones, orzas, aceiteras, chamorrillos... y así hasta más de medio centenar de piezas diferentes que se vendían en los mercados de Valderas, Bembibre, Benavente o Alcañices, entre otros. Gaudí encargó a los alfareros jiminiegos ladrillos para el Palacio Episcopal de Astorga.
Era costumbre del Alfar Museo realizar dos hornadas al año con unas mil piezas. Ahora tiene que recuperar el pulso.