Diario de León

La brigadista leonesa Ana Rodríguez Alonso, del PCE, narra desde Bagdad cómo son las horas previas al ataque de los aliados: acopio de alimentos, organizar un hotel abandonado y resistencia

«Cabe la vida y la muerte»

«Tengo que arriesgar, aquí cabe la vida y cabe la muert

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Marco Romero Redacción - LEÓN.
León

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Las comunicaciones están quebradas. Tras horas de intentos infructuosos, Ana coge el teléfono en su habitación del Hotel Cedros, donde está instalada junto a sus cinco compañeros y varios periodistas españoles. Los dueños ya han abandonado el establecimiento, en cuyo sótano han habilitado una especie de búnker para protegerse de los bombardeos. «Estos días hemos hecho acopio de alimentos y velas para cuando la ciudad se quede sin luz ni agua», comenta con aire tranquilizador. Ana, exconcejala de San Andrés del Rabanedo por IU, está casada y tiene una hija. Su familia, con quien no se ha podido comunicar nada más que a través de un fax, respeta su decisión, aunque viven momentos tensos. «Yo sólo tengo la preocupación de que mi marido y mi hija estén preocupados, pero no temo a nada», afirma. «Lo único que sé -agrega- es que aquí va a morir mucha gente». Ana narra afónica que los iraquíes, con quien mantienen contacto diario, no fueron conscientes de la inminencia de los ataques hasta hace tres días. Desde entonces ya se respiran aires de guerra. «Son perfectamente conscientes de lo que llega. Aquí hay bombardeos desde 1991», recuerda. A Ana le ha sorprendido la templanza de la población en este momento crítico. Sin embargo, ha visto cómo familias enteras han trabajado duro para tapiar las puertas y las ventanas de sus viviendas para evitar posibles saqueos durante el transcurso del conflicto. Han abandonado sus hogares en un éxodo masivo que les está llevando a Siria y Jordania. «Se han pasado todos estos días empaquetando todo. Ahora, por ejemplo, la calle está barrida», comenta. La quinta brigada internacionalista, procedente del País Vasco, se fue ayer de Bagdad ante el riesgo de un ataque inminente. Se han ido a Jordania. «¿Marchar ahora? Eso es muy complicado porque estamos a 600 kilómetros de la frontera. Nosotros nos quedaremos hasta el final, aunque no sepa cuándo ni cómo va a ser ese final», señala. Ana y el resto de brigadistas tienen protección del gobierno irakí. Un grupo de efectivos civiles vigila el hotel donde residen. Y parece que eso les tranquiliza. Cuando no sale a la calle para visitar embajadas o hablar con la población, Ana ve la televisión. Dice que, aunque no entiende el árabe, la programación no ha sido variada. «Hoy echaron una telenovela y ahora mismo hay un consejo de ministros, pero con más gente de la habitual. También ha salido hace poco hablando el vicepresidente del país desmintiendo que se haya suicidado ni que haya huido del país». Ana se levanta cada día a las siete y media de la mañana. Tras desayunar, en los últimos días ha salido a comprar comida, pilas, velas, candelabros y otro material de primera necesidad. También se ha hecho ya con varias máscaras antigas, donadas por la Embajada de Cuba. A las nueve y media de la noche cena, casi siempre «arroz con pollo, y otros días pollo con arroz», dice mientras se ríe. Al término de la conversación telefónica, Ana y sus compañeros tenían previsto reunirse para fijar turnos y organizar el hotel. «Duermo bien y León está representado, no pido más», concluye.

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