Diario de León

Gente de aquí | Licorería en miniatura

Miles de gotas de colección

Ángel Collado tiene una de las muestras más importantes de España de pequeñas botellas con licores; en su bar, Los Ángeles, enseña un millar de ellas, pero en total posee más de 5.500

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P. Casado - león
León

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No es una colección insólita, pero sí cuantiosa la que Ángel Collado ha ido reuniendo a lo largo de muchos años. Más de 5.500 botellas de pequeño tamaño ha conseguido apiñar desde que hace veinticuatro años comenzara en la sacrificada profesión de la hostelería. La mayoría son de bebidas alcohólicas, pero no faltan algunas marcas de colas y las más novedosas de aceites de oliva virgen que se sirven ya en todas las colecciones. Whiski, brandy, coñac, ron, tequila, toda clase de aguardientes, pacharán; un amplio surtido de vinos de todas las procedencias: riojas, de Jerez, olorosos, madeiras, oportos, finos, quinas... Una lista interminable de licores y marcas recogidos en los apenas 15 centilitros que de media contienen de líquido los botellines . Las primeras botellas que empezaron a llenar las vitrinas que ahora muestra Collado en su bar Los Ángeles fueron regalos de clientes cuando era camarero y aprendiz en el bar Correo o en el hotel París, lugares donde aprendió su oficio. De eso hace ya 24 años y con el tiempo, con compras y más regalos de las casas y marcas más conocidas de licor ha logrado conformar una de las colecciones más importantes de España de estos botellines. «Ahora hay que comprarlas todas. las casas ya no regalan nada», asegura Collado que no obstante, insiste en empliar su colección hasta el infinito. Se muestra orgulloso de todas sus envases en especial de un pequeño botellín de cocacola con chapa «que no lo tiene ni la casa», afirma convencido y, recapacitando, cree que no le falta ningún licor, si acaso alguna marca pero es incapaz de descubrir cuál puede ser. En cuanto a formas de botellas la diversidad también es ilimitada: bombillas, balas, ídolos, bustos, columnas, rostros, columnas y... botellas. Hasta un par de zapatillas de Cistierna que contienen orujo; o una barraca valenciana rellena de pipermint. También una pelota de golf llena de whiski o un busto de Napoleón guardando celosamente brandy de su marca. Y una casa colgante con resolí, el típico licor de Cuenca. Formas y colores, que también se multplican por cada rayo de luz, mezclándose el azul del curasao con el rojo del licor de granadina o el verdeamarillo de los licores de hierbas Cada botellín «es un recuerdo», dice Ángel y tiene su particular historia. Más de cinco mil referencias a la vida y a la gente que ha conocido en su trayectoria de coleccionista. Tiene «un valor incalculable, más afectivo que económico», recalca, mientras el espacio se le va quedando escaso en las vitrinas.

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