Diario de León

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APOSTATÉ, GENARO, apostaté de tu iglesia que no concebiste porque te la fundaron unos cuatro y la refundaron unos cuarenta. Sabes que de iglesias y religiones sólo me interesan sus principios; después degeneran. La tuya es comulgante como todas y ruidosa como pocas, aspectos que mi alma reumática tolera ya difícilmente. Huyo de trompas, voces y codazos como de cornetazos, tamborradas y aceras asfixiadas. Religión que vocea no va con Dios ni con el Diablo; la fe respetable es la callada y ermitaña. Joder, Genaro, tu tropa es matraca y decibelio, cálmalos, andan algo escurridos de ingenio y sobrados de formas, les va la marcha cofrade, el desorden ordenado, el desfile y la liturgia, los seises y la jerarquía... todo aquello contra lo que presisamente se luchó en sus orígenes. El entierro de Genarín quiso ser una chufla a la contra, un al revés. Nació como paseo en calma y chispa, ronda recreada con la muletilla del verso, exaltación rimada de la patraña de un Genaro salvado de su vida vulgar con muerte bufa como un barrabás menor y cachondo. Se paseaba la noche a pasito de copa y copla. Ahora es un trote de bote en bote. Anda allá. Y llevan pasos (no me lo creo), usan capisayos y uniformes (te estás quedando conmigo), sacan imágenes como tallas de la Moños y otras birrias (eso no puede ser verdad), se han hecho emblemas y escarapelas (me engañas) y hasta estatutos (me asustas, me acojonas), te lo juro. O sea, ¿una cofradía como las otras?... Pues sí, informal, pero tal cual. Pues qué plan. ¿Entiendes ahora, Genaro, las razones de mi apostasía?... Me dirás que fui yo una de las piadosas varonas que acudió a tu sepulcro en casa de Pérez Herrero por ver de resucitarte, Paco accedió, te mostraste. Manolo Nicolás y este menda acordamos sacar un reportaje a la vez -él en este diario y yo en «Pueblo»- que te devolviera a la luz tras la prohibición; funcionó; se reflotó después el entierro; los dos primeros años toleró mi pellejo la gracia; y no me personé más; se arrimaba demasiada gente a la foto, incluso ZP (p de papón); entre estas subidas al carro y las bajadas al pilón de los ritos copiados, la fe se me fue abollando y caí en esta apostasía en la que floto; los sampablos refundadores me inquietan. Así que, Genaro, cagonrós, manda una señal y párales el carro, que acabamos todos con túnica.

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