Diario de León
Publicado por
ANTONIO PAPELL
León

Creado:

Actualizado:

LA ÚLTIMA colonia de Europa está siendo manifiestamente utilizada por Londres para 'castigar' el viraje estratégico que acaba de dar nuestro país en el seno de la Unión Europea. El 'gilipollas' Blair -Bono dixit en ocasión memorable-, irritado con su correligionario Zapatero porque la retirada de las tropas españolas de Irak le ha puesto en evidencia -enfatiza la ilegalidad de la acción anglo norteamericana- y le ha creado más dificultades domésticas de las que ya tenía, ha decidido utilizar el Peñón para halagar la veta nacionalista de sus compatriotas y provocar un conflicto de baja intensidad con España. La visita de la princesa Ana, la recalada del submarino nuclear Tireless y, ahora, el viaje del ministro de Defensa británico, Geoffrey Hoon, a las conmemoraciones del III Centenario de la invasión del Peñón forman una secuencia que no puede ser casual, conocida la sensibilidad española hacia esta clase de actuaciones. La relación causa-efecto parece en este caso clara. Londres castiga a España porque este país ha dejado al Reino Unido en la estacada en la última aventura imperialista del mundo anglosajón. Pero un análisis más detenido de la secuencia de los últimos años nos persuadirá de lo relativo de semejante ilación argumental. En efecto, Aznar y Blair han mantenido un manifiesto idilio político, que se ha expresado en muy diversos campos: su cooperación ha comprendido las propuestas de liberalización económica de la cumbre europea de Lisboa en el 2000; una visión semejante de una Europa concebida como unión de Estados y con escasa trabazón federal; y una política exterior periférica claramente atlantista y alineada incondicionalmente con Washington. Y cuando más perfecta era la sintonía de ambos líderes, surgió, naturalmente, el asunto de Gibraltar. Londres se avenía a estudiar una solución de «soberanía compartida» como solución al contencioso abierto por el Tratado de Utrech de 1713. Comenzó un proceso de conversaciones que dio la sensación de ir avanzando, a pesar de que en el entretanto se desarrollaba otro grave incidente, también con Gibraltar como argumento: el 19 de mayo del 2000, el submarino nuclear Tireless atracaba en el puerto gibraltareño para reparar una grave avería en su reactor; pese a las clamorosas protestas de los andaluces, el navío permaneció allí casi un año. El ministro de Exteriores, Moratinos, ha convocado al embajador del Reino Unido para transmitirle el malestar del Gobierno por el último «gesto inamistoso», la visita de Hoon al Peñón; el alto funcionario británico ha respondido con «una serie de excusas y explicaciones sobre la visita» que no son suficientes para el Gobierno español. Probablemente nuestro Gobierno no tenía más remedio que expresar su irritación y su protesta, pero este lenguaje no es entendido en Londres, que ya sabía que sus determinaciones molestaban a España. Tampoco se trata, obviamente, de adoptar alguna otra medida más que la frialdad hacia Londres. Y -eso sí- de salir definitivamente de la posición periférica con respecto al centro de gravedad de Europa que nos ubicaba coyunturalmente junto al Reino Unido. Tras la entrada en vigor de la Constitución Europea, España tendrá ocasión de participar en diversas cooperaciones reforzadas junto a Francia y Alemania que consolidarán su posición en el núcleo de los Veinticinco. Y con respecto a Gibraltar, habrá que regresar simplemente al rigor: España no tiene por qué consentir que la Roca continúe siendo un paraíso fiscal al margen de las normas comunitarias y un foco de contrabando y tráficos ilícitos. Puesto que se han explorado ya todos los diálogos posibles para intentar poner fin al anacronismo, sin resultado alguno, no habrá más remedio que seguir presionando sobre la colonia con los instrumentos permanentes que proporciona el principio de legalidad.

tracking