Diario de León
Publicado por
JOSÉ CAVERO
León

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TODAVÍA sin apagar los ecos de sus declaraciones sobre la lucha callejera reaparecida en San Sebastián con ocasión de las fiestas del lugar, cuando se refirió a «una manera desagradable de divertirse los jóvenes», el secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, hace nuevas declaraciones periodísticas, que tampoco pasarán inadvertidas, con certeza. Camacho está empeñado, naturalmente, en imponerse a los terroristas de cualquier condición, y para ello se propone, entre otras cosas, lograr una plena y efectiva coordinación de la Guardia Civil y la Policía Nacional, algo que a muchos parece «un imposible metafísico». En buena medida funcionan ambos cuerpos por el estímulo que les proporciona la rivalidad del otro... El secretario de Estado descarta, hoy por hoy, la mera posibilidad de fusionar ambos cuerpos: «Plantearía más problemas que ventajas», dice. Otra cosa es que colaboren y se intercambien información. Del 11-M asegura que ambos cuerpos dieron todo lo que podían dar, y entiende que no cree que quede mucho por avanzar en la investigación de aquel crimen masivo. Acerca del autor intelectual de la matanza explica que la estructura del terrorismo internacional -o sea, el de los fanáticos islamistas- no está tan organizada como la de ETA, y de ahí que no se disponga de indicios que permitan sospechar que hubo un autor intelectual concreto y específico. Dice, a continuación, que «probablemente nunca llegaremos a determinar hasta el último extremo quién intervino en la organización de los atentados», algo que nos deja, probablemente, insatisfechos, perplejos y desilusionados, por cuando siempre tratamos de llegar a la equis mayúscula final de los grandes delitos contra la sociedad. ¿Puede que lo que llegue a saberse, finalmente, ya esté todo relatado en el sumario judicial y en la documentación de Guardia Civil, policía y CNI? Así pudiera ser, y ello explicaría también que los atentados de Nueva York tengan, hasta la fecha, tan insuficiente paternidad. Pero tampoco justificaría, ese anonimato de los fanáticos islamistas, que alguien pretendiera atribuir la autoría a los intereses conjuntos de etarras e islamistas fanáticos, por más que esa tesis se pudiera mantener en razón de ese vacío último de conocimiento sobre el autor responsable de la tragedia.

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