Diario de León

CORNADA DE LOBO

Radio... censura

Creado:

Actualizado:

SORTEAR la censura requiere ingenio diestro y mano zurda. De ello fue gran escuela la radio de los setenta que aún soportaba una censura tiesa, funcionaria y a veces furiosa en algunos despotillas provincianos que se negaban a la evidencia de que Franco y la franquicia enfilaban el paso al Valle de los Caídos ignorando que un día se convertirían en parque temático, que es un jurásico con fotos. Aunque el aire de la calle levantara minifaldas, costumbres y ventarrones de libertad, el censor oficial lo ignoraba y no dejó de cumplir escrupulosamente su función hasta ver firmado el decreto que desmontaba aquel estaribel de vigía en el que un agazapado espía del Régimen con tijeras y lapicero de tachar velaba por la moralidad, la bragueta y el cumplimiento de la doctrina, así que cada emisora estaba obligada a remitir todos los días a la delegación de Información y Turismo un parte exahustivo para su visto bueno con todos los discos a radiar al día siguiente junto a la pauta de programación explicando contenidos. Generalmente se devolvía sin mayor hachazo; la autocensura ya había hecho su trabajo porque es más veloz y monta el jaco del miedo que guarda la viña. Pero eran años de cierta confusión y de muchos cantautores con la protesta solapada en la copla. El censor recelaba y rabiaba con tantos serrats, raimons, josealfonsos del «Grándola, vila morena», cafrunes y atahualpas. Y tachaba el muy cabrón sin duelo y con regocijo. ¡Censurado!, por aquí no trago, eso jamás, esos pelos largos, ¡esos comunistas!... Desconcertaba que esas grabaciones se vendieran legalmente en la tienda de discos y, sin embargo, no pudieran emitirse. A esa censura oficial se sumaba otra más en las emisoras de los obispados donde un consiliario o censor debía añadir su «nihil obstat». En Radio Popular -donde echaron a uno por decir en vez de «aquí la Cope, la radio encendida», «aquí Radio Copular, la radio en celo»- se prohibió, y de qué modo, radiar «La novia», el gran éxito de Antonio Prieto. ¡¿Cómo?!, ¿la de «blanca y radiante va la novia»?; pero si es una merengada inocentona... Pues porque «al decir el sí pensaba que era otro al que quería» y eso, carísimos hermanos, es flagrante adulterio mental, infidelidad pecaminosa. Y araron el microsurco con punta de tijera para que no se escuchara ni una sílaba.

tracking