Diario de León

El paisanaje

Pezqueñines no, gracias

Publicado por
Antonio Núñez
León

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LO MISMO que otros prometen quitarse del tabaco o del alcohol en vacaciones servidor se ha jurado este verano no escribir más de política. Eso sí que tiene mérito, porque te pilla el Gobierno tumbado a la bartola con un farias en el monte de tu pueblo y no te queda más remedio porque eres un pringao después de lo de Guadalajara. En casa y en la empresa hace tiempo que ya no se fuma ni en el váter, porque todo se huele, y, en cuanto a los licores espirituosos, bastan los precios del cubalibre en el Barrio Húmedo, antaño de confianza, para quitarse del vicio sin perder el ánimo, según mi psicólogo de cabecera. «Las noches locas de copas ya no son la bohemia», escribió en la receta, «sino una gilipollez en euros que no entra en la Seguridad Social, dicho sea desde que nos entendemos todos en la moneda única». Así que a palo seco y sin chisquero por orden gubernativa uno volvió en julio a la casa solariega, que, como a la de Quevedo, desde que se le cayó el tejado le da el sol a todas horas y por eso es la más solariega. Allí la familia te trata cono el niño grande que eres: si fumas o bebes te dicen «hijo, te estás matando tú sólo» y, cuando no, «a tí te pasa algo grave». Ya escribieron los clásicos que madre no hay más que una, aunque olvidaron añadir que «menos mal». Nada de política. En vacaciones el que más y el que menos vuelve a casa y a la infancia. Cosa que no puede asegurarse de la Navidad cuando en cada pasillo chocas con una cuñada, ahora tostándose felizmente un melanoma en Bernidorm. Así que al regresar al pueblo con cincuenta y tantos tacos y haciéndote las tres preguntas existenciales clásicas de «¿quién soy?», «¿de dónde vengo?», «¿a dónde voy?», sobretodo cuando hay atasco en la operación salida de agosto, te reciben siempre con un campechano «¿y tú de de quién eres?» al llegar al pueblo. No hay que tomárselo a mal, sino dar las explicaciones imprescindibles. En general basta con no detallar demasiado cómo te va la vida con este Gobierno o el anterior, porque, como ahora son todos demócratas furibundos, es difícil quedar bien. Volviendo a la infancia y dejando al margen la política, que es de lo que se trataba, este verano uno ha procurado igualmente leer sólo noticias amables en vacaciones. Por ejemplo, una que decía, «se casan, por fin, dos gais después de cuarenta años de relaciones extraconyugales». Y la cosa se presentaba como un triunfo del paisano Zapatero, aunque, dicho sea en su favor y más que nada por la edad, es dudoso que él, en persona, actuara de Celestina (el último jueves cumplió 45 añines, para que vea que nos acordamos de él). Luego y en un párrafo más abajo se entrecomillaba que la feliz pareja pensaba adoptar un niño porque otra forma de tenerlo no había, digamos que por razones técnicas. Y, llegado a este punto, un servidor cayó en una profunda depresión y volvió a fumar y a beber como un cosaco. Tras celebrar amplia consulta con el cura, el juez y el alcalde del pueblo, los únicos con mando en plaza para casar, porque en mi pueblo, que es La Bañeza, no hay playa ni capitán de navío, llegamos todos a la conclusión de que no merecía la pena volver a la infancia ni al pueblo. «¿A quién quiere más, al abuelito a la abuelita?», suspiraba el juez rememorando los tiempos mozos anteriores a las oposiciones. «A mí, si a papá o mamá», dijo el párroco, que añora los tiempos de las amas de llaves y de cría, dicho sea en román lírico para explicar cómo parieron a Rosalía de Castro. O, «cada vez que tengo un divorcio, se me rompe el alma al preguntar al niño si quiere más a su padre, al novio de su madre, a la novia de su padre o viceversa». Política al margen eso es todo lo que traen hasta este verano para desintoxicar los periódicos, con lo cual es un trauma volver a la infancia y al pueblo de toda la vida. Para la tierna infancia de ahora, sin embargo, las cosas se complican y están todavía peor. Después de los últimos bodorrios te encuentras al nieto de un amigo y te ves en la obligación de preguntar «¿y tú a quién quieres más, a tu padre o a su marido?», o «te cuida mejor mamá o su mujer?». Cuando los de mi quinta nos viciamos con el divorcio lo teníamos más claro. Dejando a un lado la política, esto es lo que preocupa a la población cuando volvemos de vacaciones al pueblo y no le damos importancia ni siquiera a que alguien diga que Zapatero ha caído más bajo que un hijo de tal. El otro día, sin embargo, un chaval de a palmo se acercó a la toalla de la piscina y largó: «dirás lo que quieras, pero todo era mas guay con el Boyer, Julio Iglesias y la Preysler». Y nos pusimos a ver una nueva de Chanquete, que iba de putas. «Como debe ser, no te jode», dijo el jodido rapaz.

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