Diario de León

Cosas de aquí | La universidad del barro

Las mujeres le dan al torno

De las cinco personas que aprenden a hacer cacharros a la manera tradicional con Martín Cordero en Jiménez de Jamuz, cuatro son mujeres, pese a que antaño era oficio de hombres

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Ana Gaitero - jiménez de jamuz
León

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Aprender en veinte días un oficio que requiere al menos dos años de práctica es misión casi imposible, pero con un maestro como Martín Cordero es fácil descubrir los secretos fundamentales del barro. El de alfarero fue tradicionalmente oficio de hombres, pero el Alfar Museo de Jiménez de Jamuz ha tenido ya aprendices (Jaime en la actualidad) y aprendizas y el curso convocado por el Ayuntamiento de Santa Elena de Jamuz para aprovechar el descanso veraniego ha tenido sobre todo respuesta femenina. Cuatro mujeres y un hombre quieren aprender a hacer los cacharros según la tradición jiminiega que conserva Martín Cordero a quien Concha Casado, alma del museo, le concede el merecido título de «tesoro viviente». A las mujeres les reservaban tareas como el amasado del barro sobre el banco, el vidriado y la decoración, pero hoy prefieren el torno. El maestro no repara en si son hombres o mujeres, lo que quiere «es que aprendan» y le hace poner en práctica un auténtico ejercicio de coordinación de manos y pies para dar forma al bolo o porción de barro para hacer un cacharro. Lo primero que hay que hacer -explica Martín, sesenta años de profesión encima- es «tratar de centrar el barro en el torno, luego abrirlo y después utilizar las técnicas», como la tijera , para que el barro no dé altos y bajos; también hay que aprender a dar la tirada , para hacer el barro más fino y elevarlo. Cada poco mojan los dedos en el recipiente de agua para que resbalen mejor por el barro. Hay que aprender a utilizar la tablita con la que se forma la base de la pieza (releje), el cuero para afinar y dar forma al cacharro, el palo para los bocas, si es que se trata de un botijo, o un cristal si es para hacer la ranura de la hucha. Por último, el alambre se usa en el alfar para separar el cacharro del torno una vez modelado. Pero todo esto son palabras mayores, lo principal es «ponerse a tono» para «dar al torno» con el pie. «Lo normal es darle con el izquierdo, no he conocido a ningún alfarero que le diera con el derecho», aclara, aunque algunos alumnos alternan el derecho con el izquierdo. «Se necesita tiempo», insiste el maestro alfarero, «yo creo que sea uno de los oficios que más se dura en aprender». Él empezó con catorce años haciendo piezas grandes, de 15 a 20 litros de capacidad. Todavía le resuenan las recriminaciones de su padre para que prestara la debida atención al trabajo: «Me llamaba burro, pero llegué a ser buen alfarero» . Martín Cordero Peñín, que cumplirá los 75 años en noviembre, hace la cuarta generación en el oficio. Su padre crió a siete hijos con la alfarería. Había en el pueblo 104 hornos y facturaban dos vagones diarios. Eran otros tiempos.

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