Diario de León

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LOOR le dieron a Fraga aplaudiéndole el parlamento gallego; unanimidad impensable en el anteayer de esta España en revoltijo para hacerle miembro córpore insepulto del Senatus Populusque Hispánicus. No se apearon de los honores ni los nacionalistas que le profesan tirria mora. Supongo que ese parlamento puesto en pie y este salvar a Fraga de sus propias cenizas en las postrimerías políticas de su carrera es ejemplo de madurez y estilo político. La cosa me recordó a otro acorazado de la política española que, como Fraga, comenzó a trabajar en las arquetas del poder con el mismísimo Franco y, tras haber recorrido décadas y leguas en variados y procelosos océanos, sigue en intenso activo sin haber perder especial pelo en las gateras. Menos aquí, en su tierra y, por tal, con derecho urraco a pelarle y... desollarle. No imagino para él la unanimidad cosechada por Fraga en su casa; bien al contrario. De hecho, hay peña larga que le redacta todos los días un libelo de repudio, anatema perpetuo. Unos le acusan de vestigio franquista, otros de ser dueño de una antigua discoteca en el edifico Roma, los de allí de haber vendido a su tierra por un plato de lenteja castellana (o era de La Almunia) y, en fin, hasta la propia derechona cazurra le asesta puñaladas venecianas entre el tercer y cuarto espacio intercostal. Tarradellas le brindó una amistad sincera y culta que negó a muchos catalanes. Lo hizo todo en política. Todo. Ha gobernado después empresas energéticas, aceptó el comandar aquel marronísimo del Prestige y, para perplejidad del rojerío, Polanco le entrega la gobernación de su joya, un sogecable que es trinchera y meollo mediático del socialismo. Algo debe tener ese agua cuando la bendicen; algo debe valer si todos le contratan. Menos aquí. Hablando de esto en Protagonistas, lo firmaron. Aquí reburdiaron. Martín Villa enciende tópicos. También Almarcha, al que culpan de abortar la industrialización, que ya es simpleza y falacia para ocultar la obtusa memez de aquellos caciques leoneses a los que después, además, les pusimos calle. Pero a Martín Villa se le odia como sólo odian los hermanos. Y a mí me rayan la oreja si digo estas cosas. Alguno se rebota, así que hace tiempo que no quiero cobrar por folio, sino a cinco mil pelas por amigo perdido. Y me dicen ¿es que quieres hacerte rico?

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