Diario de León

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CONTROVERTIDO, implacable en el verbo, radical en según qué, sentimental en principio pero en según dónde, prospectivo en su mirada de larga vista, sin pelos en la lengua y con el culo pelado de ir a bodas agrarias y alubiadas en comandita, rudo en sentencias, opinador con zurriago, inasequible a la rendición, furioso con los tontos, cínico con los robaperas, escaldado con los listos de listas y votos, agitador de la modorrez rústica y de la pijez urbana, impulsivo, sagaz entre borregos, animador de rebeliones en la charca de los complacidos, inquieto, atravesado, buscador de horizontes dentro de esta vida cazurra que tiene su oficina en un embudo (y la cocina en un sótano, la alcoba en un cohecho, la democracia en una mesa camilla y el alma en un metro cuadrado urbanizable), exaltado con los pusilánimes y picudo con los devotos de la cabezada... en fin, paisano de talla, pese a la cola de enemigos que le fueron creciendo, y una página ineludible de la historia de la transición política en esta tierra donde sólo se avanza para quedarse quieto, apalancarse y colocar amigos. No me perdono que todo esto que aquí sale de la tripa improvisada -y es debido- no lo escuche ya su titular que el sábado rindió su vida tras una penosa postración en que le dejó la lotería canalla de un virus medular contra el que no pudo la bravura vital y mental de Gerardo García Machado, fundador del primer sindicato agrario leonés, la Unión de Campesinos que nucleó la primera expresión política (no sólo sindical) del campo leonés, tan sometido, tan dejado, complacido en su impotencia y desactivado de voz, que sólo al final de los setenta se le oyó con las acciones de este sindicato, alguna vez explosivas y petarderas cuyos ecos duermen aún bajo las traviesas del ferrocarril de Astorga. Se decía entonces, y no es falso, que el ideólogo de aquel emerger sindical era J. Agustín González, Johny, pero sin Gerardo aquel catecismo se hubiera quedado sin comuniones. Y por eso se quedó después en hostias, porque las conjuras internas (y externas) le fueron segando la hierba bajo los pies. Y no dudaron en fulminarle. Siempre recordaré cómo la astucia de Gerardo consiguió encalomar al gobierno de Ucd dos mil toneladas de alubias por un plato de candidaturas. Era sagaz. Y personalidad la tuvo en grande.

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