Diario de León

Más de la mitad cree que la mujer debería reducir su jornada laboral por el bien de su familia

Los españoles son los europeos que menos ayudan en el hogar Desconfianza histórica

Son los ciudadanos de la UE que más se manifiestan y los menos interesados en la política

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Arantxa Prádanos - madrid
León

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A los españoles nos interesa poco la política nacional y miramos con escepticismo y hasta desconfianza instituciones como el Parlamento y el Poder Judicial. En cambio, descollamos como los europeos más propensos a lanzarse a la calle en manifestación en defensa de lo nuestro o en contra de algún proyecto de la administración de turno. La II Encuesta Social Europea (ESE) nos retrata optimistas respecto de las ventajas de la inmigración, satisfechos de servicios sociales como la sanidad pública y, en menor medida, la educación, pero menos conformes con la marcha de la propia vida de lo que cabría esperar. Las palabras «conciliación» e «igualdad de género» están de moda, pero la sociología demuestra cuán arraigados están algunos de los hábitos más carpetovetónicos de los españoles. Según la II Encuesta Social Europea, el 47% de los varones admite no «pegar sello» en el hogar, y dedicar «nada o casi nada» de su tiempo a la cosa doméstica. La otra mitad del censo masculino patrio o bien colabora algo más, o calla ante tan incómoda pregunta. Los españoles se significan así como los terceros más vagos y menos permeables a la práctica cotidiana de la igualdad, sólo superados por los vecinos portugueses -el 61% no ha visto una fregona ni de lejos-- y griegos (el 57%). Los italianos, candidatos a medallero en este capítulo, no entregaron sus datos a tiempo a la ESE. En el extremo virtuoso de la tabla, suecos, finlandeses e islandeses, con tasas de deserción masculina del hogar entre el 8 y el 12%. Reparto de tareas La encuesta también refleja que un tercio de los varones españoles -y lusos- no está de acuerdo con el reparto equitativo de las tareas del hogar y cuidado de los hijos entre hombre y mujer, un porcentaje sólo superado por checos, austriacos y, sorpresa, alemanes. Otras preguntas sobre equidad de género también dan que pensar. El 56% de los españoles -mujeres incluidas- cree que ellas debieran avenirse a reducir su jornada laboral por el bien de la familia (sólo el 20% de los daneses opina igual), y un 30% piensa que si escasea el empleo, lo suyo es que los hombres tengan prioridad. Los españoles están entre los europeos que más dificultades encuentran para conciliar la vida laboral y familiar; el 6% lamenta que el trabajo le impida dedicar más tiempo a su pareja o familia, y el 23% dice llegar a casa muy cansado como para disfrutar de las cosas que le gustaría hacer en casa. La familia es la institución de referencia para el conjunto de los europeos. Contra pronóstico, España figura entre los países con una valoración más baja, con un 81.5% que la considera su eje vital, el sexto porcentaje más bajo -por detrás quedan Dinamarca, Países Bajos, Noruega, Suecia y Bélgica. Los que más ensalzan la familia, húngaros (98%), polacos (95.6) e irlandeses (92.8%). La ESE es una «macro fotografía» bienal de las actitudes, los comportamientos y los valores sociales imperantes el Viejo Continente. Financiada por la Fundación Europea de la Ciencia y la Comisión Europea, su valor radica en la «comparabilidad» de los datos resultantes de sondeos idénticos, con iguales preguntas y realizados en las mismas fechas en todos los países. La desafección política de los españoles y su escepticismo obedecen a una «desconfianza histórica», recalcó Torcal. La larga dictadura y la bisoñez de la democracia española se refleja en «una concepción negativa y unas sospechas poco fundadas sobre lo político y los mecanismo de representación política». Dicho de otro modo, cuanto más tiempo pasan los ciudadanos en democracia, mayor arraigo hay de los valores cívicos y mayor tendencia a la participación social y política. Y viceversa. También operan factores de idiosincrasia nacional. «Los españoles no son activos en participación política, sino reactivos, sólo reaccionan cuando algo perjudica sus intereses», aclaró Fernando Vallespín, presidente del Centro de Investigaciones Sociaológicas (CIS), presente en el acto. Según la ESE, la inmigración se ve aún con buenos ojos en España. De cero a diez, los españoles califican con un 5.6 la llegada de inmigrantes como buena para la economía, y con un 5.1 «porque hace que el país sea un lugar mejor para vivir». En ambos casos mejoran las notas del 2002, y la valoración de este fenómeno en países como Francia, Alemania, Reino Unido, Polonia y Portugal, entre otros. Como servicio público la sanidad española merece elogios generalizados entre sus compatriotas. Recibe una nota del 5.8, superior a la que conceden a la suya en países más prósperos como Noruega, Reino Unido o Suecia. Los más satisfechos con su sanidad son los belgas (7.2). La educación recibe algo peor nota, un 5.3, muy por debajo del 7.9 que dan los finlandeses a la suya, aunque «tampoco estamos a la cola de Europa», aclaró Torcal.

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