Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La abstención

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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AHORA Y EN la hora de las comprobaciones resulta que quien verdaderamente resultó ganadora de la competición electoral por si el Estatuto catalán debiera ser como se quiere o intentarse cuando menos que fuera como debiera. Celebradas las tan disputadas elecciones para el caso, el resultado comprobado vino a ser un cuarenta y nueve por ciento del producto interior bruto (49 por ciento), un setenta y tres para los unos, un 20 para los otros y el resto para nadie, para nada. Este resumen prueba hasta la saciedad, o sea hasta el hartazgo, que el verdadero ganador no fue ni el Sí ni el No, sino más bien todo lo contrario. El Estatuto, su reforma y aplicación en la nación catalana ha obtenido el Sí, sí, pero dentro de un orden, o si se quiere de un desorden legal. Porque entre los que se inclinaron por el No y los que no se inclinaron ni siquiera ante las influencias gubernamentales, la realidad es que ese 73 o 74 del que se alardea, no es sino una cifra inferior a la mitad más uno de la media electoral. O sea, que han accedido a la concesión de la reforma que se solicitaba menos de la mitad de los habitadores de la susomentada nación catalana. ¿Y qué significa, en democracia pura, cuando se produce el fenómeno de que la minoría resulta numéricamente derrotada y la mayoría se queda de cuadra? Pues nada. No sucede nada. La vida sigue, el mundo continúa dando vueltas y en algún lugar del universo mundo, los hombres han declarado su guerra particular para quedarse con el territorio y con el poder, que es de lo que se trata siempre en esta como en cualquier otra novena. Naturalmente los partidos, unidos para el caso, (Partido Socialista Catalán de Maragall y Convergencia i Unió (CiU), de quien corresponda por turno), quitan hierro al asunto, pretendiendo que pese a no contar con la mayoría de los ciudadanos de la nación se constituyen en mayoría y se disponen a gobernar con casi todos los sacramentos concedidos, pero... Pero no es bueno «banalizar», esquivar la importancia de la situación, porque de lo que en realidad se trata no es de que gobierne Pasqual Maragall o José Montilla, sino que el poder general de la sociedad pasa a ser instrumento manejado precisamente por quien no dispone de la mayoría absoluta, que sería lo democrático. Y esta cuestión o asunto o maniobra, que a tantas confusiones lleva, puede ser un motivo de grave preocupación para nosotros, leoneses de Castilla (a la fuerza), dado que también nos disponemos a enfrentarnos con nuestra particular enmienda estatutaria y ya, están surgiendo opiniones no digamos que reveladoras de un espíritu peleón, sino que se anuncian batallas a muerte. El señor alcalde de la capital de León, Mario Amilivia, se ha adelantado para colocar sobre la mesa del gran debate el tema de la reforma estatutaria de Castilla y León, avisando que no sería bueno el respeto absoluto, intocable y sin enmienda de la concesión presidencialista a quien pudiera no corresponderle en buena política y doctrina democrática. Valladolid, desde Fuensaldaña, amenaza.

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