Diario de León

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LA ULTIMA semana, en casina. Agosto comenzó a morir el día veinte y ya está difunto. Acaba el ocio. Vuelve el negocio. En la hoja del calendario aparece una frase de Quevedo: «Donde no hay justicia es grave tener razón». Los finales de vacación se hicieron para el atracón o la melancolía. Cuesta admitir que tampoco esta vez se prolongará indefinidamente la panza al sol gracias a la cascada de doblones de un décimo premiado. Está ahí ya el dragón de los libros y las libretas, la vuelta escolar, y los pocos doblones que se libraron del naufragio veraniego serán engullidos por la princesa glotona de las ropitas escolares... Mirando al mar en un atardecer santanderino piensa estas cosas Camino, paisana, madre joven, funcionaria resabiada, socia de dos oenegés, rabo de lagartija... y sin más manos de ayuda en su cantera doméstica que una asistenta que le va los viernes de cuatro a siete. Camino se ha quedado sola en su apartamento de vacaciones porque los críos se han ido con su padre -otro crío- a una sala bestial de juegos y recreaciones que hay cerca del viejo astillero. Al menos se ve el mar desde este apartamento y en su terracilla de dos cuartas decidió Camino sentar la galbana y el comecome porque la tele harta -y el silencio, más-, así que desde este abalconamiento se controla el trajín de la calle, el puerto a medio plano y un trozo de Cantábrico que está cosido por un ferri, un carguero y dos o tres velas de los últimos balandros del verano. En Santander, donde el sol se pone por la espalda o en un reojo muy ladeado, es mentira lo del «palio sonrosado de la luz crepuscular» que cantaba Jorge Sepúlveda en «Mirando al mar»... soñé... que estaba junto a tí. Camino no ha tenido mala suerte con su marido ni con la crianza, que son dos soles y dos promesas. Pero el trabajo, la rutina, los días, los afanes, el dictado del reloj, la hipoteca... todo se le pone de pared y le parece muralla. Las ensoñaciones son para las horas muertas del verano y Camino está en ello en esta terracilla que va oscureciéndose. Recuerda y especula con qué otras cosas y varas pudo tejerse el cesto de su vida. Se le va hacia atrás la reflexión, el recuerdo... Y es que una mujer silenciosa siempre está regresando.

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