Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

No figuran en balde el uno y el otro alcalde

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VICTORIANO CRÉMER
León

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DADO QUE ESCRIBO en León, que vivo en León y que en León pienso acabar, ni envidioso ni envidiado, debo declarar y declaro que soy o me pongo por amigo de Don Mario Amilivia, candidato, según se dice, para cubrir el puesto de alcalde constitucional de la ciudad de León. Y añado que me siento también amigo y cordialísimo vecino de Don Francisco Fernández. Y esta declaración se me hace indispensable para eludir o atenuar los afectos que pueda suscitar si digo que tanto el uno como el otro me parecen dignos para servir a su ciudad con honestidad, con dignidad y con eficacia. Porque es que cuando en León (y supongo que otro tanto puede ocurrir en Mérida o en Torrelodones) se pronuncia un vecino por alguno de los cargos a los que tiene derecho a concurrir y al cabo de cierto plazo de autopropaganda el uno o el otro alcanzan el puesto que tienen allí, que se decía en tiempos de la democracia orgánica, pues inevitablemente, fatalmente, sucede que se crean en torno al apologista de los declarados aptos para el cargo, las más feroces diatribas por una o por otra. Repito pues, sea lo que fuere el resultado de esta declaración mía, que soy amigo de Amilivia y de Fernández y que pienso que ambos pueden resultar espléndidos regidores de la ciudad, si no se interponen en su camino aduladores, tránsfugas o manipuladores. Porque un alcalde es bueno o no tan bueno, según sean los electores que le elevan al puesto y le confieren poderes de decisión imprescindibles para el futuro de la ciudad. Y de cada uno de los candidatos, no solamente de estos dos, por más significados, se podría decir lo mismo. León, digámoslo para general conocimiento y demás efectos, ha contado con buenos regidores y con malas composiciones municipales. l resultado es, inevitablemente, una orgía de mandos, de intereses y de errores en cadena. No es consecuencia de la alcaldía posiblemente, sino de los señores que componen el concejo, que equivocaron la ruta y emprendieron la torcida que hacia el despotismo o el desequilibrio económico conducen. Los candidatos a la alcaldía de una ciudad tienen sobre sí la tremenda responsabilidad, no de los errores o de las tropelías que puedan ser atribuidos a su gestión personal, sino el fenomenal error cometido a la hora sensible e importante de elegir a quienes han de ocupar puestos subalternos, pero importantes, de ejercer de rectores de porciones siempre dignas de estimación y cuidado de mecanismo general. Si el ayuntamiento, en forma de ciudad, que diría el Marqués de Fonteoyuelos, comete fraudes a través de sus concejales es claro que la responsabilidad recae sobre el alcalde. Y si la elección de este organismo colaborador y responsable ha sido equivocada, por muy honesto y preparado, que sea el alcalde, el municipio acabará hundido en el descrédito. Saludo pues, a mis amigos los señores D. Mario Amilivia y Don Francisco Fernández por su promoción para la alcaldía. Y les deseo, por la cuenta que nos tiene a todos, suerte, vista y al concejal listo y pillo. Que también los hay...

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