Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El agua, el calor y las elecciones

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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LO MÁS CONFORTABLE que me parece para superar el estado de post-vacaciones y el histórico espectáculo de la invasión de la Península Ibérica por las huestes del hambre africano e hispanoamericano, es dedicar nuestra atención a gestas tan admirables o tan aleccionadoras como las que nos brindaron los muchachos del baloncesto y la intrépida decisión del entrenador nacional para el fútbol y sus presupuestos, de no dimitir caiga quien caiga. Porque harto tenemos los humildes y errabundos ciudadanos de León, de sus pedanías, islas y colonias con los problemas que nos acarrearán las elecciones para las cuales nos estamos armando como para acudir a apagar los incendios bélicos de todos los países en pugna, como para atender a la contaduría, recibimiento y atención de los miles dedesesperados como no dudan en atacar las encrespadas crestas de la mar océana. Sentimos en el alma las vicisitudes por las cuales están pasando los señores, las señoras y los niños inmigrantes y daríamos cualquier porción del presupuesto nacional, si no necesitáramos los dineros para atenciones deportivas, por ejemplo, o para montar depuradoras para obtener un agua medianamente limpia de polvo y paja que podamos llevarnos a la boca. Que ya es tragedia la nuestra, que teniendo pantanos navegables, ríos henchidos que exigen cuidados especiales y contando con los apuntes de la historia, que anota en sus páginas el carácter más bien veneciano de León por sus muchas fuentes, charcos y lagunas. Al final parece ser que la climatología, que no depende de los organismos del gobernamiento de la diócesis, se enmienda y nos redime de el calor abrasadora que nos tenía convertidos en seres inútiles para dos esfuerzo, de lo que se deducía por el índice de trabajadores y no trabajadores que se echaron a la carretera para disfrutar a pierna suelta y a culo al aire de un descanso bien ganado ya que no sea bien pagado. Cumplidos todos los ritos de la época, incluyendo el de las rebajas, entramos en la era de las elecciones. Se advierte tal agitación entre los directamente interesados en el trascurso y sobre todo en el resultado de los comicios (que también se dice), que no hay familia, ni comunidad, ni cofradía que no ande a la greña, por un quítame allá ese voto. Y se anuncia que para cuando se dé el clarinazo del comienzo de la lidia electoral de verdad, se producirán entre los núcleos familiares más sensibles de la región o de la provincia el curioso fenómeno de la compra de votos, como sucedió en la competición para la presidencia de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, que efectivamente no parecía sino que los candidatos más conspicuos se tiraban al monte, como los siete niños de Ecija. La España enferma, agónica ha muerto. Y se recita con fruición y con esperanza, aquel réquiem que el poeta Zorrilla dedicó a Don Mariano José de Larra, suicida por amor: Nací ante la tumba de un malvado y mi cantar fue a un suicida. ¡Augurio fue, por Dios, bien desdichado! Que los dioses del Olimpo, reunidos en asamblea, nos libren de los malos augurios a nosotros.

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