Diario de León

Ricardo García Espeso

El artista cinéfilo

Fue ebanista y operador de cine, sirvió mantecadas a Franco para merendar en la terraza del café Universal y confiesa que no le ha quedado nada por hacer

Ricardo García posa sentado con su hija Julia, su yerno Carlos y dos de sus nietos

Ricardo García posa sentado con su hija Julia, su yerno Carlos y dos de sus nietos

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Maite Almanza - astorga
León

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Ha gozado una vida plagada de anécdotas, en buena parte debidas a su oficio de operador de cine, pero también al de camarero. Ha vivido momentos amargos, como el fallecimiento de tres de sus hijos cuando todavía eran bebés, pero también felices, como su hermoso y largo matrimonio con su esposa Juliana, que falleció hace cinco años, o la llegada al mundo de Julia, Ricardo y Vicente. Como ebanista, sus descendientes aseguran que era de los finos, razón por la cual elaboraba muebles labrados para los astorganos más pudientes e incluso, para clientes foráneos. El colegio La Paloma, de Madrid, sin ir más lejos, posee un comedor salido de sus manos. Incluso se atrevía con la madera de Guinea, bastante dura al decir de los expertos, y con la realización de culatas de escopeta a la medida de su propietario, para que quedaran ajustadas al ángulo de visión de cada cual. En su faceta de camarero, aún recuerda que, con Alcalá Zamora como presidente de la República, el entonces general Franco acudió a unas maniobras militares en El Teleno, y él le sirvió copas de leche con mantecadas para merendar, en la terraza del café Universal, ya desaparecido, y en el que, tiempo después, le sorprendió el estallido de la guerra civil. «Lo que el viento se llevó» Asegura que se hizo operador de cine, tras un corto tiempo como encargado de la cartelera, para poder ver películas. Lo que el viento se llevó, Ben hur o Los diez mandamientos son algunas de sus favoritas, aunque llegó a ver más de mil. Pasó veinticuatro años de su vida compatibilizando esta labor, por las noches en días alternos, en los cines Velasco y Capitol, con la ebanistería, a la que se dedicaba durante el día, y aún resta importancia a tan maratonianas jornadas de trabajo. En una ocasión llegó a casa con las manos vendadas, después de habérselas quemado mientras intentaba liberar los rollos de Fabiola , que habían empezado a arder porque, debido a la larga duración de la película, no tenían tiempo de enfriarse de un pase a otro. No fue el único accidente que sufrió en su vida laboral: perdió un dedo de una de sus manos trabajando en la carpintería. Aprendió este noble oficio, al que dedicó toda su vida, en el taller de Cándido Fernández, apodado el empalmao por no se sabe bien qué motivo, circunstancia que su familia recuerda entre risas. Después, continuó en la misma empresa al mando de uno de los hijos de su antiguo patrón. También trabajó un tiempo en la fábrica de mantecadas Granell, donde conoció a la que luego sería su esposa. Las caminatas, ¿el secreto? Dice que no le ha quedado nada por hacer, y su hija Julia argumenta que, una vez jubilado, ha disfrutado de numerosos viajes y vacaciones, y de tareas cotidianas, como caminatas de hasta veinte kilómetros por el Sierro, actividad a la que ella achaca su longevidad. Además, hasta hace pocas semanas, él era el encargado de plantar tomates, cebollas y pimientos que, durante años, prefería regar con el agua de lluvia recogida en unas tinajas a emplear otros métodos quizá más cómodos. Desde hace cuarenta años reside con su hija Julia y su yerno Carlos, en una vivienda unifamiliar de la carretera de Pandorado en la que se acumulan sus recuerdos de antaño y libros que realzan una intensa vida centrada en el trabajo. Sus familiares más cercanos aplazaron la celebración de tan importante cumpleaños con el fin de reunirse en fin de semana y agradecer a este entrañable centenario tanta dedicación y cariño. Fecha de nacimiento: 3 de octubre de 1906. Lugar: Astorga. Residencia actual: Astorga. Familia: Tiene tres hijos (Julia, Ricardo y Vicente), cinco nietos y seis biznietos

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