Brasil se rebela contra la delgadez como modelo

La frase de Lula da Silva cuando subió al poder en el 2002 quedo para la historia como un reto de máximos: «Si al final de mi mandato cada brasileño pudiera comer tres veces al día, habré realizado la misión de mi vida», dijo. Cuatro años después, y sin poder haber completado aún su sueño, su país se revuelve contra una cruel paradoja: 40 de los 170 millones de los brasileños pasan hambre, pero también hay personas que dejan la vida por no engordar. El fallecimiento de dos modelos víctimas de la anorexia ha abierto un debate que ha derivado en indignación, por lo que muchos consideran consecuencia directa de la importación de un canon de belleza ajeno: «Tradicionalmente las figuras más valoradas estéticamente en Brasil se correspondían con mujeres con curvas. La cultura de las modelos esqueléticas no es la nuestra, pero ahora ya se puede considerar un estatus de glamur, éxito y ascenso social», asevera Ana Cecilia Moraes, psicóloga clínica de Río de Janeiro. Moraes comprueba cómo desde hace más de una década el patrón estético brasileño se viene invirtiendo. A cual-quier turista le puede sorprender no sólo el numero de los que hacen footing por Ipanema o Copacabana, sino el mobiliario urbano de los parques del país. Junto a los columpios y juegos infantiles se ubican las barras parale-las, las camas de flexiones y hasta las tablas de gimnasia sugeridas por el propio Gobierno. Es el culto al cuer-po una seña diferenciadora de un país que a la vez disfruta con la feijoada y la caipirinha . De ahí que la solución no pasa, según los profesionales, por medidas como la recién adoptada por las agencias de modelos de efectuar análisis a las jóvenes para saber si pa-decen trastornos alimenticios: «Eso no deja de ser una hipocresía. Lo que hay que cambiar es el patrón de belleza, de lo contrario las modelos seguirán siendo clientela de médicos en vez de sugerir un ejemplo de vida sana», advierte Moraes.