Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Feny, la famosa del pueblo Celebración múltiple en Aralla

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VICTORIANO CRÉMER
León

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TAMBIÉN LOS MOZOS del poblado, que resultaban muy sarcásticos por haber viajado una vez a Barcelona, le llamaban la Tiranosaurio, o sea, el fenómeno de la época. Debía llamarse, según el párroco, Feliciana, pero con ese nombre no se sale de casa, de ahí que le diera por bautizarse a lo loco y se puso el titular de Feny, terminado en equis. Desde muy pequeña, y sin saber por qué la Feny tenía aspiraciones en salir en cinta (por favor, quiero decir en película, en cine, como la Penélope) y no consiguió entrever el resultado de sus muchas ilusiones hasta que no dio con el Polito, que era un chico muy en línea y bastante friki. La convenció hasta conseguirla llevarla con él a Madrid, que es tierra abierta y, según decía el maestro, «vendaval de las españas». Y una vez afincada en la posada, se entregó a la lucha por la fama. ¿Cómo? Pues como todas. Y no fue error sino táctica dejarse convencer para formar parte de la cuadrilla de chicas dedicadas al menester de poner pingando a las verdaderamente famosas, algunas de ellas, que no todas, con más manchas en el «currículo» que la cara de la luna en invierno. Consiguió conocer alguna parte no muy normal y nada decente de alguna espléndida famosa, y compuso una biografía, tan bien adaptada, que nadie diría que no todo el monte era orégano, o sea, puta. Pero en la sección del polígrafo, fue admitida su colaboración y se distinguió en algunos encuentros televisivos por la agudeza de sus denuncias y los descubrimientos escatológicos de la famosa puesta en solfa. Y como diera que escandalizaran un tanto sus historietas, fue denunciada ante las autoridades locales, provinciales y nacionales, como instrumento de escándalo y se pidió para la nefasta colaboradora de la tertulia del escándalo, la piel y las entrañas. Pero los ministros de Cultura, los de Educación y los de mal ambiente estaban demasiado ocupados en defender el puesto que al parecer tenían o pretendían tener allí y aquella televisión terminó por convertirse en una especie de patio de casa de vecinos, desde donde cabía poner de vuelta y media a quien apareciera en pantalla. Llegó un momento verdaderamente álgido en el cual decidieron tomar cartas en el asunto los señores de la Conferencia Episcopal. Y fue entonces cuando se produjo lo que se da en llamar un estado de opinión verdaderamente digno de ser visto y oído por seres decentes, civilizados, cultos y amigos de los libros. Y se elevaron protestas ante las sumas autoridades, considerando que una democracia no podía convertirse en casa de citas ni en comercio de chicas de traseros espléndidos. Y se elevaron indagaciones que interesaban saber: «¿Pero qué hacen las autoridades que no evitan estas procacidades, estos signos de mal gusto y estas demostraciones de desnudez de sentimientos?». Y nadie respondía, nadie responde. Y la Feny sigue en su tertulia descubriendo las correrías de cama de la famosa de turno, por cuyo trabajo la tele pagaba más que a un negro congolés delantero centro del Madrid¿ o del Barcelona o del Sevilla. Qué más da. La localidad de Aralla de Luna celebró este fin de semana una edición particular de la fiesta de la hierba que pusieron en marcha tiempo atrás dos vecinos de la población, con la intención de recuperar las viejas tradiciones de la zona, y que ha servido para poder demostrar a las nuevas generaciones el sentido que tienen actos de estas características.

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