Diario de León

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SIEMPRE detrás de los curas. Unas veces, con velas; otras, con estacas; pero siempre detrás: o a rebufo o bufando... Una semana agitadita llevamos entre escandaleras de atrio, munición de sacristía, procesión de declaraciones e hisopazos benditos. Los socialistas se han escocido con algunas declaraciones de gente que lleva casquete rojo en el cogote como si fueran libelos o anatemas con patas. Desde los buques insignia de ambas armadas se han lanzado andanadas de pólvora mojada. Quieran los hados que no venga soplando algún diablo para que seque y arda como una santabárbara en un sanquintín. Pero no es nada probable que ocurra, pues ya no quedan rojeras comecuras y quemaconventos como antaño (aunque hay razones y ramalazos para asegurar que la derechona de hoy se parece demasiadas veces a la de antes, mientras que la izquierdina está tan lavada, mudadita y perfumada, que no la conocería ni el Guerra, ni la madre que la parió). El pesoe acusa a los obispos de no respetar la democracia; los cardenales se niegan a rectificar su ataque al gobierno; el pepé considera desmesurada la respuesta socialista a la manifestación de Madrid; y no pocos piensan que lo que más ha cabreado a los troyanos ha sido el bulto congregado, el buen mogollón y medio de gentes que representan gran cacho respetable en una sociedad como la española y mucho voto o influencia que puede mover el fiel de la balanza en estos empates técnicos en los que andan hoy las encuestas y sondeos electorales. También tiene razón Bono (tan arreglado a convenir y concordar) que acusa a ciertos obispos de no cerrar la boca si gobiernan los socialistas, cosa cierta. ¿Hubieran dicho lo mismo esos prelados, se hubieran incendiado sus sentencias si los socialistas no hubieran firmado hace pocos días el nuevo convenio de financiación de la Iglesia con concesiones que ni los populares ofrecieron o formularon?... Escupir la mano del que da es muy de la pobreza ibérica que arrastramos desde siglos. Resumiendo: hay aquí más de agitación ociosa que de problemón apuntado; más de cálculo electoral que de confrontación de españas baratas; de manera que en estos guirigays sólo cabe aquella sentencia de trifulcas infantiles: «Paz entre los ruines... y mierda pa los pequeñines».

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